: "Sujey"


Nombre*:Olaya Mac-Clure
Género*:Cuento
Título*:"Sujey"
:S U J E Y

Sujey se movía y flotaba dentro de un espacio lleno de agua. Sentía como el líquido golpeaba aquellos muros color púrpura gluc glubc bluc grr jh jh en una quietud infinita donde el cosmos la envolvía en el pañal de su universo.

Había sentido como su madre la había rechazado en cuanto percibió que ella se había gestado y, que estaba allí acomodándose en su vientre. Sujey pensó que lo mejor era estarse quieta para no dar disgustos.

Pero ella continuaba molesta y a toda costa deseaba dejarla escapar, perderla para siempre...
Pasaron los meses y, aún el ambiente estaba algo intranquilo pues, aunque su mamá había tomado la decisión de tenerla contra temporal y sunamis, escuchaba ruidos y voces alteradas que no deseaban que estuviera su cuerpo diminuto revoloteando dentro de aquella semi-oscuridad. Cada cierto tiempo se quedaba quieta para escuchar pues, sentía mucha curiosidad.

Un día se hallaba en reposo, cuando en forma imprevista comenzó a sentirse empujada por un túnel angosto y más oscuro aún ¡qué horror! ¿Dónde se hallaba? ¿adónde iba recorriendo ese extraño camino desconocido y fuera de todo control? Se le tapaban las narices y, no podía respiraaar ¡ayúdame mamá por favor que no puedo respirar te lo suplico!


Quería llorar pero, no podía snuk snuk ploiinc srub srub sorbió un poquito ¿de qué? ¿pero qué es ésto? ¡mamá! Prometo portarme bien quiéreme te lo ruego, sólo un poco y, ayúdame a soportar este laberinto tan oscuro; ayúdame que estoy sóla muy sóla en este lugar que no conozco, que no se ni como se llama, ni como llegué hasta aquí krac kric grongc prugkh. Estaba attterrrada así que cuando

apareció su cabecita por el conducto lloró y lloró a más no joder ya que, después de caer en una especie de escalerilla rebotando jabonosa la cogieron de sus tobillos y le dieron grossas palmadas. No alcanzó a sentir en esos momentos el calor de su madre y, sus gritos y lloriqueos de ruegos de guagua recién nacida que la dejaran permanecer con ella fueron infructuosos.

El hospital completo sintió los alaridos de su llanto hasta que el cansancio hizo caer sus párpados...
se zambulló en un lago azul transparente dónde se bañaba junto a unos seres angelicales traviesos y llenos de picardía que la mimaban y acariciaban sin tocarla, ella buscaba a su mamá y, ellos le respondían allá está. Allá está. ¡Qué felicidad! Y, el rictus de sus labios se expandió en una sonrisa de placer de recién nacida.

En un principio Shasev se negaba a que ocurrieran las cosas como estaban ocurriendo pero la pequeña ser se aferraba más fuerte a la vida dentro de su vientre.

Shasev luego de parirla pensó: yo no la puedo criar. Tanto dolor me causó que ahora no siento nada por ella. Y...si la entrego...¡no!, ¡no! ¡tampoco...! ¡sí! ¡eso debo hacer!- se dijo indiferente aunque, no dejaba de preocuparle sus pensamientos negativos...
Las dudas masticaban sus palabras silenciosas inmersas en la confusión más espantosa. Entre todas sus preocupaciones le vino a la memoria el maltrato recibido por las matronas nocturnas del hospital:

-Si te gustó, ahora ¡aguántatelas!, telas... telas... telas...-le repetían como un eco.
Una matrona gruesa y cascarrabias, introdujo su mano en la entrada del útero y, zarandeó para que se produjera más rápido las dilataciones de Shasev...se rompió la bolsa de agua y, Shasev muerta de pánico y, de congelamiento por sus ropas mojadas se cambió de camilla pero... como sombras de espantapájaros la descubrieron las brujas infames mientras, se retorcía de dolor.

La castigaron como si estuviera en la escuela. Esos pasillos tétricos y, muros chorreados de humedad fantasmal, le hacían sentir su impotencia de pensar en recibir cualquier benevolencia de esas monstruosidades de personal en los delantales de sus almas negras curiche que parecían salir como espectros de ultratumbas pues, a pesar que ella sufría horrores, las maléficas susodichas se enfurruñaban en la rabia de la sombra de sus pecados y, de sus propios espantapájaros.

No era posible protegerse de la maldad de tales espantos pues, Shasev se hallaba indefensa y a merced de sus caprichos en la camilla de parto. Además su familia, su pudiente familia aristocrática, le había cerrado sus puertas con cerrojos y, candados así Shasev que era muy creyente (herencia de su propia sangre), tuvo que afrontar sola la tremenda responsabilidad de traer a su hija Sujey al mundo en la más extrema de las indigencias y, en el más absoluto abandono.

La partera, una pioja resucitada con las pestañas depiladas, le insistió que no pujara en los últimos instantes del parto. Shasev, afortunadamente desobedeció y, pujó con todas sus fuerzas cuando apareció Sujey rebotando en la ya famosa escalerilla.

Pasaron las horas y, entregaron a la niña durmiendo inmóvil sobre su regazo. No sintió nada por ese pequeño trozo de carne que ni siquiera se movía...

La trasladaron más tarde, por dentro del hospital a la sala común, a una enorme pieza donde existían unas treinta a cuarenta mujeres tan indigentes como ella con sus respectivos bebés. La única diferencia entre ellas y Shasev era que, ellas habían vivido toda la vida en la pobreza en cambio Shasev, recién se le estaba mostrando ese mundo en que el pobre debe recibir las peores humillaciones.


Allí se quedó observando la carita de Sujey largo rato sin saber qué pensar pues, aún la sentía como a una extraña criatura, como si no hubiera salido de su cuerpo. Estaba muy preocupada ¿cómo iba a querer a un ser que ni siquiera había deseado con certeza? ¿que había sido sólo la casualidad y fruto de un destino inesperado?

En ésta y otras divagaciones más se encontraba Shasev cuando de improviso Sujey abrió sus ojos y, quizás olió y sintió el pezón de su mamá a una cierta distancia todo esto en milésimas de segundos, abrió su boquita de rosa y....schrub, shrub, shru, ¡nada de cuentos!, comenzó a succionar y a mamar como mala de la cabeza ¡tanta hambre tenía!, de tanto llorar para que la llevaran donde su mamá y, la acogiera así con esa ternura en su cuerpo calentito y, esa leche tibia que manaba como pileta de agua pues, ¡ayayai que tenía leche su mamá! Y, aunque ella era igual a cualquier guagua hambrienta del hospital ya era muco, mucho, much...y, empezó a cerrar sus ojitos...tzz pzz tzi pzi pzipt

Shasev, no esperaba ese momento tan mágico en que Sujey instintivamente agarró el pezón de uno de sus pechos y, en cuanto comenzó a succionar, a Shasev, le comenzaron a caer las lágrimas gota a gota. Fue un rayo enorme de luz que atravesó como una centella desde el cielo clavando su corazón que se derritió como un pan de azúcar en taza de leche con chocolate hirviendo. Desde ese mismo minuto, para Shasev, pasó a ser un regalo de Dios, un regalo que no dejó de agradecer en cada instante de su vida y, los ojos de Sujey eran los ojos de Shasev aunque no fueran del mismo color.
La luna menguante de esa noche hizo de Sujey la luna más traviesa de su historia. Nadie ni nada la sujetaba para correr y saltar cuando fue creciendo por los patios de la escuela.

Fue la marraqueta más sabrosa que Shasev recibió en todo el transcurso de su existencia.



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