Un día de cielo nublado presagió una intensa lluvia.
Ante esta alerta, un tierno ratón cubrió con pajas el techo de su casa. En ese momento, un conejito le inquieta al roedor para que vayan a jugar pero este le responde.
¡Ahorita estoy muy ocupado acomodando mi guarida y no puedo porque se avecina una fuerte lluvia y no quiero que se vea perjudicada apenas suceda!, además lo invitó a que tome las mismas prevenciones, pero este se excusa diciendo:
¿Por acá siempre llueve normal y no en exceso como dices tú?, sin embargo el ratón insiste en su pedido, es más le hace oír los truenos. Pese a sentir los indicios hizo caso omiso y continuó con su propósito. Mientras el ratón siguió con sus preparativos contra la tormenta, que se caracterizó por ser torrencial, afectando plenamente al conejito por encontrarse fuera de su casa. Se pudo escapar de la tempestad yéndose a refugiarse a ella pero en el transcurso del trayecto una tupida neblina impidió su pase por la que opto proteger debajo de una palmera. Aun así se mojaba, recién allí reflexiona diciendo:
¡Tenía razón el ratón!, Así permaneció esperando que pare la tormenta, en tanto el ratón sintió lastima por él, al margen de su soberbia diciendo:
¿Cómo lo estará pasando el conejito?
Cuando paró la lluvia el conejo fue a averiguar cómo estaba su guarida, atravesando los inmensos charcos. Al llegar a ella descubrió que se había inundado por dentro, por lo que tuvo que comenzar a sacar el agua afuera. Por casualidad el ratón pasaba por allí y al ver al conejo en apuros fue a colaborar con él, a la vez reñirle por su desatención diciéndole:
¡Yo te lo advertí y tú no me obedeciste!
El conejo aceptó su responsabilidad contestando:
-Si pues, no tomé las precauciones correspondientes ¡y aprovechó su presencia para pedirle que le ayudara a tapar los huecos donde filtraba la lluvia cuando se seque el lodo, apenado porque esa tarea debió hacerla antes que sucediera la tormenta.
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