: erase una vez un cuento al reves,el sueño de un sapito feo

Nombre*:Alfredo Grande Merino
Género*:Infantil
Título*:erase una vez un cuento al reves,el sueño de un sapito feo
Cuento:
Érase una vez un cuento al revés
El sueño de un sapito feo

Aquella mañana salió el sol y como siempre se reflejaba en las tranquilas aguas del estanque de palacio, como era su costumbre el príncipe sapito feo saltó de su cama y antes de salir a desayunar nadó unos metros para estirar sus fuertes, largas y coloridas ancas. Después del ejercicio se dispuso a ocupar un lugar en el que, los primeros rayos del sol caían con suavidad y secaban su fina piel.

Aquel era un lugar muy especial ya que desde allí podía contemplar todas las mañanas a la princesa cabellos de sol y ojitos de luna clara, de la que estaba profundamente enamorado. Que bobada pensaban los demás miembros de aquella comunidad ranil jijijijiji. Está loco de remate nuestro príncipe, decían, sí, sí, totalmente loco ¿cómo puede estar enamorado de una princesa humana?.....pero él, no hacia caso de los cotilleos y críticas que recibía por parte de sus congéneres, seguía soñando y acudiendo a su cita diaria con aquella preciosa princesa, y también aprovechaba, ya que ella con una gentileza y ternura inusitada llevaba siempre consigo unas miguitas de pan que echaba al estanque para que desayunaran, a las diez en punto, todos los habitantes de aquel estanque.

Un día, después de aquel opíparo desayuno, el príncipe sapito feo levantó su mirada al cielo y le pidió al gran dios Zeus que le diera una oportunidad para poder estar algún día cerca de la princesa, y así, un día tras otro, le continuó pidiendo y rogando que algo extraordinario pasara.

Pero aquello no sucedió, un día después de su desayuno habitual, la princesa como siempre volvió a sus aposentos y el príncipe sapito feo algo descorazonado decidió dar un paseo por el lugar más oscuro del estanque, lugar por el cual tenían prohibido pasear ya que ciertas alimañas peligrosas habitaban allí. Iba nadando, ensimismado pensando como siempre en su amada princesa, le gustaba ver como sus rubios cabellos también se reflejaban a la par en el estanque, de forma que parecía que hubiese dos soles, tan despistado nadaba que ni se dio cuenta que, un gran pez de afilados dientes acechaba escondido entre los nenúfares del estanque, esperando una presa permanecía inmóvil dispuesto a tragarse la rana más grande que por allí pasara.¿Qué ocurrió?, ¿caería nuestro amigo entre las feroces fauces de aquel pez asesino?.

El pez acechaba y el príncipe sapito feo no se dio cuenta de su presencia, en un abrir y cerrar de ojos aquella bestia parda, se abalanzó sobre nuestro amigo, que, presa del pánico quedo paralizado a merced del monstruo hambriento. Cuando ya no tenía escapatoria y el aliento de la bestia empañaba sus ojos, una imagen del bello rostro de su princesa le vino a su pequeña cabecita. Aquel recuerdo de su amada princesa, le hizo dar un quiebro en el último momento librándose de la primera embestida del
Feroz pez.

Nadó más deprisa que nunca intentando zafarse de la boca poblada de afilados colmillos del monstruo y cuando casi todo volvía ha estar perdido,.....una pequeña abertura entre unas piedras del estanque fueron su salvación, metiéndose entre ellas pudo milagrosamente ponerse a salvo, pero el pez aún atinó a darle una buena dentellada en una de sus ancas.

El dolor fue tremendo y a duras penas pudo terminar de refugiarse entre aquellas dos piedras. La sangre no tardó en brotar, en correr por su anca y mezclarse con el agua, aquello sirvió para que otros depredadores tuvieran constancia de que allí, había algo para comer.

Pronto, aquel lugar se lleno de grandes peces, cada uno de ellos quería aquella presa para él, la discusión acabo en una tremenda trifulca que removió todas las aguas del estanque.

El príncipe sapito feo vio la oportunidad de ponerse a salvo aprovechando la confusión de la pelea y sacó fuerzas de flaqueza para escabullirse sin ser visto por los cazadores que sin piedad, continuaban peleando.

Sin saber cómo, llegó lentamente al rincón donde recibía todos los días el desayuno de manos de su princesa, mermado de fuerzas por la pérdida de tanta sangre que continuaba brotando de una de sus maltrechas ancas, se fue desvaneciendo poco a poco hasta quedar inconsciente.

Pasó el tiempo y cayó la noche, el continuaba allí, inmóvil abandonado a su suerte, la herida era grande y no había dejado de sangrar, con lo cual la vida del príncipe sapito feo se escurría despacio en aquellas aguas donde hasta ese mismo día, había sido feliz, se encomendó al gran dios Zeus pidiéndole un ultimo deseo y le imploro para que la felicidad no abandonara jamás a su princesa, era su último deseo antes de partir al paraíso donde iban los buenos batracios, allí iría por las desinteresadas y buenas acciones que hizo a lo largo de su vida. Confiando en que el gran dios le concedería ese último deseo se abandono en su sueño. Transcurridas unas horas el sol volvía a reinar en su limpio, despejado y majestuoso cielo, era otro precioso día en el que la princesa cabellos de sol y ojitos de luna clara salió a dar su acostumbrado paseo por el estanque.

Parecía triste, nunca llego a palacio un príncipe que despertara en ella el mas mínimo interés, todos los que llegaron eran hombres guapos, fuertes pero sin un ápice de sensibilidad que hiciera despertar en ella la curiosidad por conocerlos, ella soñaba con alguien que la ayudara a cumplir sus sueños, compartir sus ilusiones y que la amara, por encima de todas las cosas....por eso siempre andaba un poco triste.

No existían los príncipes azules, mientras pensaba en ello, instintivamente comenzó a echar las miguitas de pan al agua como hacía todas las mañanas, de pronto se fijó en un pequeño sapito que permanecía inmóvil, lo reconoció enseguida ya que era el único que no se escondía y esperaba su pan todas las mañanas. El que se la quedaba mirando embobado siempre hasta que ella se marchaba, lo tomó y vio la gran herida que tenía en una de sus ancas, le dio mucha lastima y una gran pena la invadió al ver la carita de sufrimiento del pobre sapito, pero se percató de que en el pechito del animal aun latía débilmente su corazoncito.

Sintió un deseo irrefrenable de hacer algo por él y lo acunó entre sus delicadas y blancas manos para darle calor y sentir su fina piel ya descolorida por las horas que permaneció sin conocimiento, lo tomó y lo acercó para con su aliento calentarlo y,....un milagroooo, el fino halo del aliento de la princesa provoco un pequeño estallido de chispitas que recorrieron la herida del sapito, cerrando y curando al instante la mordedura fatal, el corazón del sapito comenzó a latir más deprisa y parecía que la vida volvía a su cuerpo.

Ella estupefacta, asistía a la resurrección del animalito, feliz y contenta llena de emoción por haber podido ayudar a aquel sapito vio como aquellos pequeños ojos saltones se abrieron de nuevo para ver el bello rostro con el que se entregó a su suerte, pensó que estaba en el paraíso y que el gran dios le había premiado por fin, pero no era cierto, estaba ante lo que mas amaba, sonrío tímidamente y permaneció abstraído en aquellos ojos que le miraban con gran ternura, ella, acerco el sapito a la altura de su cara, le miró y cerrando los ojos lo beso........

Algo maravilloso ocurrió, una explosión de luz invadió todo el jardín y el sapito asustado saltó de las manos de su princesa salvadora, cayó encima de la hierba que amortiguo su caída. Mantenía los ojos cegados por la luminosidad de aquella explosión y poco a poco fue abriéndolos, mantenía la mirada hacia arriba queriendo comprobar que nada malo le había ocurrido a su princesa, pero no la vio no estaba.

Fue buscando desesperadamente con sus ojos el poder verla otra vez, pero nada, tristemente fue bajando la mirada hacia abajo hasta que algo le hizo quedarse quieto.......unos preciosos ojitos saltones le miraban fijamente, el no daba crédito a lo que veía, era la ranita más bella y linda que jamás había visto, de ojos azules, ojitos de luna clara. Le sonreía con una dulzura como nunca antes había percibido, su corazón se aceleraba y por sus ojitos asomaron unas pequeñas lágrimas que chisporroteaban al recibir el reflejo de los rayos del sol de aquella mágica mañana, no sabía que hacer ni que decir, pero la preciosa ranita se le acercó, lo miró, lo besoooo y lo invitó a saltar a las tibias aguas del estanque donde se perdieron nadando juntos y felices.

El gran dios Zeus desde su trono sonrío y les concedió 100 años de felicidad, el príncipe sapito feo juró amar a su princesa ranita de ojitos de luna clara por toda la eternidad y ella anidó en su pequeño corazón todo el amor que había recibido de aquel pequeño y feo sapito, desde el día en que la conoció, fueron muy, muy felices y tuvieron muchos renacuajitos que hicieron las delicias de todos los habitantes de aquel estanque donde, a partir de entonces la magia y la felicidad perduraron para siempre.



Original de Alfredo Grande Merino 21-1-2013

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