Ella fue hasta la cocina. Abrió la heladera porque tenía sed. Pero, con el rabillo del ojo izquierdo alcanzó a ver una sombra que se movía, se detenía…
Le pareció que si hacía ruido con la puerta de la heladera al cerrarla, la sombra se transformaría en algo real.
Así fue. El golpe de la puerta al cerrarse hizo que ante los asombrados ojos de Ella apareciera una enorme cucaracha negruzca, fea, que sólo movía sus antenas como diciéndole: -¡Aquí estoy!
Era una gran tentación atraparla o perseguirla.
Quizá esto último sería más divertido. El pensamiento la motivó y fue en busca de un escobillón.
Cuando regresó escobillón en mano, aún estaba el bicho quieto, observándola, midiendo la distancia para salvarse del certero golpe.
Ella mientras tanto hacía lo propio. Con sigilo se acercaba, levantaba el escobillón y ¡Zas!... Aplicaba la fuerza de modo tal que la cucaracha quedara hecha trizas.
Mas, con asombro, veía que salía enterita, corriendo rápidamente para esconderse detrás del horno eléctrico.
¡Así! –Pensó Ella –¡Ahí te atraparé!
Dudó un poco. No era bueno el escobillón para la tarea de liquidar al insecto. Asique fue en busca de un plumerito, sedoso, casi nuevo que hacía pocos días había comprado a un vendedor callejero.
Le daba un poco de lástima ensuciarlo; pero, era la mejor herramienta de que disponía.
De a poquito fue corriendo el horno mientras barría con el plumero la superficie de mármol de la mesada. Y…, otra vez, la cada vez más veloz cucaracha emergía de entre las plumas y abría sus alas para alejarse de Ella que lejos de abandonar la tarea se dispuso a correr tras el bicho que jugaba a las escondidas.
Ya volaba en dirección al termo tanque; ya corría por la pared para dirigirse a la puerta de salida al patio de atrás y Ella, obsesionada corría, estiraba su pierna derecha, aplastaba algo con su pie; pero…, por debajo del calzado salía rauda, más rápida todavía la brillante masa negra como si nada hubiera pasado.
Continuó la persecución durante tanto tiempo que Ella comenzó a usar su cerebro; a pensar en estrategias para cazar y eliminar a la intrusa.
Cerró todas las puertas de la habitación.
Cerró todos los cajones de los bajo mesada.
Colocó tapas en los desagües de la bacha.
Retiró todo cuanto podía servirle de escondrijo al punto tal que nunca la cocina había lucido tan espaciosa y ordenada. Cada cosa estaba guardada en su lugar. Cada hendija, cada agujero, tapado.
Sólo Ella y la cucaracha dentro de la cocina para librar esa lucha cuerpo a cuerpo.
Con solamente su calzado como arma frente al bicho que continuaba corriendo, girando, que volaba y se desplazaba en círculos, en rectas oblicuas, perpendiculares y paralelas…
Ella levantaba la pierna, la extendía, aplastaba su calzado contra el piso segura de la presa bajo su pie; mas una y otra vez, la oscura ágil forma salía, corría, volaba y… hasta le pareció que se reía.
¡Finalmente la atrapó!...
¡Maldita sea! –Gritó cuando dio con toda su humanidad por el suelo y ya no vio más nada. El dolor intenso de la cadera derecha hizo que se desmayara.
Nadie supo el por qué de su caída; excepto la cucaracha, el fósil viviente que en su inexpugnable fortaleza de más de trescientos millones de años de evolución y de supervivencia sobre nuestro planeta, esperaba ser capturada…
JUANA C. CASCARDO
En La Plata, 12 de Enero de 2012
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las cucarachas sobrevivirìan a una bomba atòmica..."dicen".
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