: El Color de sus Ojos


Nombre*:Niko Valdés
Género*:Romántico
Título*:El Color de sus Ojos
Cuento:
(suspiro)

Es imposible no sentirse relajado: en medio del mar turquesa y azul profundo se alza diminuto un islote. Tras él, un yate se esconde tímido y saludan sus velas. Las palmas en la orilla de esta playa se ciernen como paparazzi sobre los cuerpos juveniles, abatidos por las noches de juerga y pasión desbocada. Los menos conversan risueños junto a la piscina del resort, mientras el sol los amenaza en cielo claro, mimando a quienes yacen en las toallas dispuestas sobre la arena. Desde ahí te veo, mientras sales del agua juguetona, y te acuestas a unos centímetros de mi mano izquierda que se extiende sobre la arena blanca, tímida, serena.

(susurro)

La suave brisa se levanta y seca levemente tu rostro cruzado por fragmentos de un mar cansado, que en su quietud regala generoso su frescor en este verano prematuro. Unos granos de la arena aterciopelada se levantan rebeldes y caen en la pendiente de tu nariz. Los notas casi sin hacerlo, te remueves ligeramente inquieta y sigues dormitando, cansada. El viento, al no ver respuesta, se levanta más dramático y lleva una buena cantidad de micro-guijarros directamente a tus labios.


(resoplido)

Despiertas sorprendida, sacudes tu cara con delicadeza y vuelves a reposar. Por unos instantes te veo en plenitud: de semblante melancólico y tez tostada, de labios finos y sonrisa calma, de cuerpo enjuto y espigada espalda, somnolienta tras las gafas de sol, esperando el momento preciso para estirar tu mano hacia la mía, que se mantiene entre nosotros, expectante. Noto cómo el suelo inestable se sacude divertido a centímetros de tu nariz, siguiendo el compás de tu pecho mientras sube y baja. Como quisiera que ese silbido silencioso alocara mis mejillas en los segundos previos de tocarme los labios, y que sus dedos precisos detuvieran el temblor inconsciente de mis hombros.

(un silencioso 'Aah')

Cierro mis ojos en esta paradisiaca fantasía, sujetando febril un puñado de arena. Siento sus dedos como si fuesen reales, acariciando mi palma. Recorre viejas cicatrices de amores tempranos y lee sus capítulos escritos en sal, sonriendo, entendiendo. La brisa repentina me sabe a miel, como imagino que serán sus labios, y me deleito hasta hastiarme del aroma empalagoso. Abro los ojos. Ya no está. Se ha levantado y camina alejándose de mí, mientras intento no ilusionarme con resolver el mayor misterio: saber de qué color serán sus ojos. No ha mirado atrás.

(fin)


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