: Ramiro está nervioso


Nombre*:Marta Ofelia Valoy
Género*:Humor
Título*:Ramiro está nervioso
Cuento:
Ramiro está nervioso
Me dio mucha pena, verlo tan flaco, tan apocadito con esos ojitos ávidos de comida y abrigo. Se metió en la casa furtivamente y se quedó en un rincón del jardín. Claro no dependía solo de mí que lo adoptaran; no era mi casa. Traté de interceder por él, pero no me la hizo fácil porque aparte de lástima no inspiraba otros sentimientos. Convencí a la dueña de casa que el dios que protege a los perros se lo había mandado. No sé que había tomado esa mañana que estaba con las defensas bajas y aceptó la propuesta. Lo llevó al veterinario, le sacaron las pulgas, lo bañaron, le lustraron el pelaje, le colocaron gotitas en los ojos lagañosos para aclararle la mirada, y le pusieron un collar rojo muy paquete. Empezó a comer alimento de buena calidad, el más caro que mi prima encontró en el supermercado. Las amigas que nos juntamos a timbear los domingos, acordamos luego de largas discusiones, llamarlo Ramiro. Después supimos que la que impuso el nombre lo hizo en homenaje a un antiguo novio. Así nació un nuevo perro con las orejas atentas, mirada desafiante, "agrandado como alpargata de gordo", diría mi abuela. Se adueñó de todos los espacios de la casa. Yo me banqué como una ninja que estuviera tan consentido, pero mi límite fue cuando lo vi entrar en las habitaciones y echarse en las camas. Lo saqué de la cola y a los gritos. Ramiro, entonces, se puso my nervioso y empezó arañar la puerta. Lo mandé de envión al patio y así anduvo todo el día, gruñendo y mirándome con desconfianza. Todos lo de la casa decían: "Ramiro anda nervioso". A la mañana siguiente, cuando desperté vi consumada la venganza: Ramiro había destrozado mis mejores sandalias a dentelladas, mientras yo dormía. Cuando lagrimeando pude comprobar el desastre, me enojé más conmigo que con Ramiro, porque yo fui la que creó el monstruo. Pensé seriamente en que no tengo que conmoverme más, ni con los perros desamparados, ni con los hombres que ponen cara de necesitar ternura. Todos esos, a la larga o a la corta te rompen los zapatos, te muerden la mano o te destrozan el corazón.
Marta Valoy


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