Cuento: |
(Dirigido a público mayor de 18 años)
Mucho se cuenta acerca de los cuentos de terror, pero nada más terrible que cuando te pasa a ti, cuando eres protagonista de uno de ellos.
Marta era una chica hermosa, de larga cabellera suavemente ondulada, de piernas largas, sonrisa amplia, de carácter dulce y a veces temperamental. Casi culminaba la secundaria, era muy aplicada y le gustaba la lectura, ocasionalmente cantaba y tocaba unas notas en una guitarra que le regaló su hermano mayor.
Desde muy niña era perseguida por pesadillas, eso era lo que realmente creía, pero tal vez sus pesadillas no distaban mucho de una realidad tenebrosamente sofocante.
Le temía particularmente a los gatos, sobre todo si eran negros, pero esa no sería su única pesadilla…
En una noche calurosa Marta se daba una ducha antes de acostarse y dejaba su cabello húmedo, se colocaba una bata ligera y muy corta, con el intenso calor no le provocaba cubrirse con su sábana, ni siquiera para evitar el molesto ruido producido por algún mosquito.
Ya eran casi las 10:00 pm cuando comenzó a sentir sueño, el viejo ventilador hacía un ruido peculiar, pero Marta ya estaba acostumbrada, un suave mechón de cabello se movía con la brisa del ventilador y cosquilleaba en su frente, el divino sueño se apoderó de ella, cerró los ojos y abrazó su pequeña almohada, como estaba cansada se durmió rápidamente.
Al cabo de dos horas un extraño sueño se apoderó de ella… un hombre alto y muy delgado entraba a su habitación, vestido de camisa negra y pantalones de igual color. Sus manos y rostro, peculiarmente blancos, su nariz perfilada, su boca pequeña y delgada, pero sus ojos nunca los pudo ver claramente, pues extrañamente la penumbra los ocultaba…
Suavemente se acercó a Marta, quien languidecía ante la presencia de dicho hombre, parecía como hipnotizada, totalmente dominada… se sentó a su lado mientras ella lentamente se acomodaba para sentarse, recostada sobre sus almohadas lo recibía en su lecho como si lo conociera desde hace mucho tiempo, no era la primera vez que soñaba con un hombre que excitaba su mente y su cuerpo, en su trance estaba segura que ése hombre era el mismo que aparecía en sus sueños en otras oportunidades…
Deliciosamente posó sus dedos en una de sus pantorrillas, con un suave cosquilleo que iba subiendo cadenciosamente, hacia sus rodillas, sus muslos, sus caderas, hasta su cintura… embebida en su éxtasis Marta recordaba sus sueños anteriores con ese hombre misterioso, quien la trasnochaba, aunque estuviese dormida, amanecía cansada, somnolienta y hasta silente.
La noche estaba enrarecida, aunque era temporada de sequía, el calor era casi insoportable, el cielo estaba repleto de millones de pequeñas luces y la luna resplandecía, todo parecía perfecto para ese idilio casi mágico, de repente se nubló la noche y comenzó a sentirse un frío pesado, el aire parecía difícil de respirar… los dedos de aquel hombre subieron hasta los hombros y cuello de Marta quien entre susurros ininteligibles le decía:
-¡Bésame mi amor, bésame!
Los labios de aquel extraño jamás se abrieron para hacerse escuchar, su respiración era cada vez más fuerte en el cuello de Marta quién sentía que su cuerpo se estremecía, ante cada respiración, ante cada caricia sutil que aquel hombre hacía con la punta de sus dedos, un beso apasionado en su cuello y otros que descendían hasta sus hombros, arrancaron un par de suspiros de aquella hermosa joven…nuevamente pedía susurrando:
- ¡Bésame mi amor!
Aquel hombre atendió a sus súplicas de amor, de manera ascendente besó apasionadamente sus hombros y su cuello hasta apoderarse de su boca… pero aquellos besos de fuego se transformaron en un beso gélido, sus manos estaban tan frías sobre sus hombros que Marta quiso gritar, pero no podía, no podía respirar, su corazón comenzó a latir desmesuradamente pero ya no era de pasión, sentía mucho frío, aquellas manos y aquellos labios le helaban la piel, le helaban la sangre… comenzó a dolerle el pecho, no estaba dormida, podía escuchar el ruido del ventilador al lado de su cama…
Quiso llamar a su madre, pero las palabras se ahogaban en su garganta, sus manos y el resto de su cuerpo estaban inmovilizados por el terror, el tiempo parecía haberse detenido, el terrible aullido lastimero y desesperado de un perro frente a su ventana, desencadenó un concierto a la medianoche con todos los perros de los vecinos, aquellos alaridos inundaron la noche, Marta pudo escucharlos a todos en un instante y desde el fondo de su alma imploró:
-Padre Todopoderoso, Señor Jesucristo no me desamparen…
De pronto aquel hombre misterioso se separó velozmente de ella, como si leyera su mente, como si adivinara sus palabras, su solicitud ante el Creador del Mundo y su hijo Jesucristo, parecían haberlo aterrado… atónito, huyó de aquella habitación caminando hacia atrás, sin darle la espalda a la chica.
Inmediatamente entró Carmen, la madre de Marta, quien encendió la luz de la habitación y encontró a la chica sentada en la cama, aterrada, parecía en trance, sus ojos estaban totalmente abiertos, aquellos ojos tan hermosos ahora estaban llenos de lágrimas viendo hacia la puerta, pero allí no había nadie, su madre le llamaba insistentemente por su nombre, pero ella no profería palabra alguna. Sólo temblaba como una hoja sacudida por un fuerte viento.
Su madre la abrazó y estaba muy fría, buscó en el escaparate y le colocó varias cobijas gruesas, recordó que en su habitación tenía un frasco con agua bendita y comenzó a esparcir un poco en la cama y le hizo una pequeña cruz en la frente con su dedo mojado con dicho líquido mientras oraba vehementemente…en la calle se escuchaban los aullidos de los perros que se iban alejando, como si fuesen tras alguien, ahuyentándolo o tal vez temiéndole…
Marta recuperó el habla y le pidió a su madre que la llevara a su habitación, no quiso dormir más en su cama. Pasaron muchos, pero muchos días, tal vez meses, para que la chica contara su terrible pesadilla, pero ella cree firmemente que estaba despierta, nunca más durmió en esa habitación, ella no olvida esa noche, tampoco olvida a ese extraño, quien le hizo sentir una pasión inimaginable, pero que también casi le arranca la vida en un sueño…
Fin
|
No hay comentarios.:
Publicar un comentario