: La tranquilidad del señor Rawon

Nombre*:Gabriel Zas
Género*:Policiaco
Título*:La tranquilidad del señor Rawon
Cuento:
Ailen Ezcurra e Ivonne Fraga se conocieron en la academia de Policía Juan Vucetich y se hicieron amigas al instante. Ailen era alta, pelo negro largo, robusta y el tono de su voz era grueso. En cambio, Ivonne tenía una estatura promedio que rondaba el metro sesenta, delgada, pelo rubio caoba natural, ojos negros centellantes y pestañas pobladas. Egresaron con título de honor y juntas hicieron después un curso de criminología para recibirse unos años más tarde de detectives de la Policía Federal y trabajar juntas en la misma dependencia.
Su primer caso fue el robo de unos planos sobre un nuevo satélite que el Gobierno planeaba construir y lanzar al espacio lo antes posible. Pero el robo frustró todos los planes de momento. La confección del diseño y su consiguiente construcción quedaron bajo la encomienda del señor Edmundo Rawson, un prestigioso científico que trabajaba desde hacía treinta años en el centro tecnológico nacional. Era un hombre orgulloso, de finos modales, piel arrugada y unos bigotes cortados prolijamente. Su edad aproximada rondaba los setenta años pero su vitalidad era la de un muchacho de veinte.
Las dos detectives prematuras y poco experimentadas se enfrentaron a un caso que parecía no estar a la altura de su experiencia. Aun así, pusieron todo su empeño y dedicación en resolverlo con absoluta imparcialidad y profesionalidad.

Las dos mujeres se apersonaron en el domicilio particular del señor Rawson en Parque Leloir, en donde fueron recibidas por un ama de llaves y después de ser introducidas en el vestíbulo, fueron guiadas directamente hacia la sala principal en donde fueron amablemente recibidas por su anfitrión.
_ Es una locura_ se lamentó el señor Rawson, con absoluta tranquilidad._ Años trabajando en este protocolo para que desaparezca así porque así. Si cae en manos equivocadas, puede ser fatal.
_ ¿Cuál sería la función exacta del satélite en cuestión?_ preguntó Ivonne con idoneidad.
_ Enviaría información sensible a otros países.
_ ¿Qué clase de información?
_ Información sobre ladrones, delincuentes con pedido de captura internacional, sobre grandes robos, sobre narcotráfico... En fin. La data viajaría por un circuito cerrado diseñado exclusivamente e imposible de interceptar.
_ ¿Quiénes sabían de su existencia?_ intervino Ailen, decidida.
_ Nadie. Era un secreto de Estado. Se suponía que nadie sabría de su existencia hasta que estuviesen dadas las condiciones y el gobierno lo aprobara.
_ Entonces, hay un traidor en las altas esferas políticas.
_ No sé quién puede ser. Solamente dos personas lo sabían en profuncidad: un ministro y un concejal. Sus nombres son Héctor Rueda y Oscar Olaya, respectivamente.
_ ¿Alguno de ellos los visitó durante estos días?_ indagó Ivonne.
_ No.
_ ¿Y alguien del Gobierno?
_ Tampoco. Y dada la complejidad del asunto, es por demás importante mantener este asunto bajo la más estricta confidencialidad. ¿Soy claro, señoritas?
Ambas detectives asistieron con la cabeza. Y no dejaba de ser por demás extremadamente curioso de que el señor Rawson se mostró todo el tiempo excesivamente tranquilo, como si la cuestión, que era muy grave, no lo preocupara en absoluto, lo que despertó sin dudas las inmediatas sospechosas de las dos investigadoras novatas, que hasta ése momento habían tenido un desempeño favorable, aunque era sólo el comienzo. Siguieron algunas preguntas más pero de menor importancia. Lo más relevante que el señor Rawson expresó fue que no recibió visitas de ninguna clase durante la última semana. Sin embargo, ambas mujeres sintieron que el hombre les estaba ocultando algo.
_ ¿Está seguro que nos dijo todo, señor Rawson?_ preguntó Ivonne con indulgencia.
_ Hay algo más, lo admito_ confesó el aludido. Y extrajo del bolsillo de su pantalón un pequeño recado que entregó formalmente en manos de las investigadoras. Ailen lo abrió y lo leyó junto a su compañera. La misiva decía:

"$5000 a cambio de los planos"

_ No es por los planos, es por la plata_ reflexionó Ailen Ezcurra inteligentemente.
Su amiga apoyó su idea.
_ ¿A quién le debe dinero, señor Rawson?_ preguntó Ivonne con altivez, _ Y quiero la verdad.
_ A nadie. Se los juro.
_ Dígame una cosa: ¿por qué está tan tranquilo, entonces? Su tranquilidad es abrumadora.
_ Así es mi temperamento.
Hubo un momento de silencio sepulcral. Las dos mujeres miraban fijamente al señor Rawson.
_ ¿Creen que yo tengo algo que ver con esto?_ reaccionó aplacadamente.
_ Díganoslo usted_ lo desafió Ivonne.
Pero no lograban de ninguna manera quebrantar su calma.
_ ¿Dónde encontró el recado?_ inquirió Ailen, expectante.
_ En mi escritorio, en donde tenía los planos.
_ Queremos verlo.
Edmundo Rawson consintió casi obligado el pedido de las detectives.
La oficina en cuestión era escueta. Tenía sólo un escritorio pequeño, una biblioteca con libros variados y una lámpara que emanaba una fuerte luz blanca, y carecía de ventanas de cualquier tipo. Las oficiales requisaron todo el recinto sin encontrar nada vinculado al robo. Lo único clave era la tranquilidad del señor Rawson pero no podían demostrar nada de momento por ése lado.
_ ¿De verdad pensás que es por la plata?_ le dijo Ivonne a su compañera, _ ¿o lo dijiste a ver si el tipo este pisaba el palito?
_ Podría ser por la plata_ replicó Ezcurra satisfecha de sí misma._ O eso quiere que pensemos quien los robó. Las dos posibilidades son válidas.
_ Sí, ¿por qué no? ¿A quién le debía Guita el tipo este? Está demasiado tranquilo y eso me hace mucho ruido y me molesta, también.
_ Hay que averiguarlo. ¿Qué hay del ama de llaves? Si el ladrón actuó con tanta impunidad y confianza.
_ Vamos a hablar con ella.
Las detectives solicitaron hablar con la mujer y a los pocos minutos estaban frente a ella. Se llamaba Doris Uriarte. Era bastante tímida y reservada, pero se mostró dispuesta a colaborar en la causa.
_ ¿Sabía de la existencia de esos planos?_ le preguntó Ailen.
_ No, señora.
_ ¿Alguna vez tocó el señor Rawson el tema de un satélite o algo similar con usted?
_No. Nunca hablaba de sus proyectos conmigo.
_ ¿De qué hablan, entonces?_ interpuso Ivonne con interés.
_ Es una relación laboral, no pasa de eso.
_ ¿Usted limpió la oficina durante estos últimos días?
_ Sí. Y puedo asegurarle que nunca toqué nada. No me tomo ésa clase de atrevimientos.
_ ¿El señor Rawson siempre es así de tranquilo?_ volvió a preguntar Ailen.
_ Está más tranquilo que de costumbre, señora.
_ ¿Desde cuándo que se comporta de ése modo?
Doris no contestó. Su mirada se hizo esquiva y empezó a frotarse las manos con impaciencia. Las investigadoras lo percibieron de inmediato.
_ ¿Hay algo que debamos saber?_ le dijo Ivonne con atención.
Pero Doris Uriarte negó con la cabeza nerviosamente sin despegar los ojos del unísono.
_ Si no confía en nosotras, no podremos ayudarla y tendremos que acusarla por encubrimiento y negarse a declarar. ¿Eso es lo que quiere, Doris?_ la encaró Ailen autoritaria y sin piedad.
El ama de llaves cambió rápidamente de actitud.
_ El miércoles de la semana pasada, el señor Rawson se fue de imprevisto a una reunión_ empezó a explicar la empleada._ Ése día mantuvo un encuentro privado con su exesposa a la mañana en su oficina. Vino a verlo porque él no le pasaba la manutención desde hacía meses y se encontraba en una situación económica desesperante. Vino a intimidarlo y amenazarlo con meter de por medio a un abogado. Después, el señor se fue por una llamada de último momento y la señora quedó sola. Él le dijo que lo esperara, que regresaría pronto. Pero ella se cansó de esperar y se fue.
_ ¿Cuánto tiempo estuvo sola ésa mujer en la oficina del señor Rawson?_ se aventuró a preguntar Ivonne.
_ Alrededor de diez minutos, no más.
_ ¿Le avisó que se iba?
_ Lo supe cuando escuché la puerta cerrarse de golpe.
_ ¿Estaban en orden todas las cosas en la oficina del señor Rawson después de que la otra dama se fuera?_ indagó Ailen con sumo interés._ Piénselo bien antes de decirme cualquier barbaridad.
_ Sí. Nada fuera de lo ordinario_ repuso la ama de llaves después de pensarlo durante unos minutos largos.
_ ¿Cuánto le debía Rawson a su ex?
_ Alrededor de $5000, quizás un poco más.
Las detectives intercambiaron una mirada inquietante entre ellas. Pues ésa era la misma cantidad que el ladrón reclamaba a cambio de la devolución de los planos.
_ Si con usted el señor no habla más que de asuntos vinculados a su labor como empleada suya, ¿cómo sabe ciertos detalles con tanta precisión?_ quiso saber Ivonne.
_ Porque escuché cuando discutieron. Me tomé la impertinencia de apoyar el oído sobre la puerta de la oficina de mi señor. La discusión fue tan fuerte que me preocupé. Sólo sé lo que les dije. Es la pura verdad.
_ Está bien, Doris_ la calmó Ailen.
Las detectives se aislaron después de extenderle a Doris Uriarte las excusas pertinentes.
_ ¿Qué pensás vos de todo esto?_ le preguntó sin rodeos Ivonne a Ailen.
_ Rawson está involucrado_ respondió ella con una fuerte convicción._ Nunca nos hubiésemos enterado que lo visitó su exesposa si no fuese por su ama de llaves.
_ Coincido con vos. Omitió eso y trató inútilmente de desviar el motivo del robo hacia las alas de la esfera política.
_ Al contrario_ dijo Ailen vivamente._ Su intención era desviarnos hacia una razón más personal. Y admito que casi logra persuadirnos. Por eso dejó la misiva para el final.
_ ¿Por qué?
_ Porque quiere vender el plano a otro Gobierno para que lo use en contra nuestra. Una Nación mundialmente potencial pagaría fortuna por algo así.
_ Sí, muy bien deducido. Estoy con vos en ésta. Creo que lo quieren para usarlo contra el enemigo, no contra Argentina precisamente. Si cayera en manos de Estados Unidos, por ejemplo, lo usaría sin duda en contra de Rusia para espiarlo y someterlo a su dominio.
_ Pero, todas éstas conjeturas, por demás ciertas sin dudas, no explican la mesura inusual en el temperamento del señor Rawson. Hay algo más de fondo que no estamos viendo.
_ Su ex es cómplice y él un ambicioso traidor a la Patria. Vamos a confrontarlo.
Fueron sin perder tiempo hasta la oficina de Edmundo Rawson pero estaba vacía. Y en base a la disposición de las cosas, no hacía mucho que había abandonado la morada, ya que no había rastros suyos por ningún rincón de la casa.
_ Escapó mientras estábamos ocupadas con la empleada doméstica_ protestó Ailen con desidia.
Pero entonces, el motor de un rodado huyendo a toda velocidad despertó la alarma de las mujeres, que se asomaron de inmediato por una de las ventanas del comedor y vieron cómo el señor Rawson se alejaba a toda marcha en un coche color rojo. Sin dudarlo, tanto Ailen e Ivonne salieron a su persecución en secreto en el coche de la segunda, con el que se habían acercado hasta la escena. El hombre detuvo su marcha en una casa en las afueras de la ciudad. Era la casa de su ex, a la que confrontó intempestivamente. Las investigadoras descendieron de su auto prudentemente, se acercaron hasta la casa con idéntica discreción y espiaron la situación desde afuera, cada una desde una posición diferente. Edmundo Rawson estaba apuntándole a su exmujer con un arma.
_ Nunca te tendría que haber dicho nada de esto_ le reprochaba con enojo Rawson a Virginia, su ex.
Ella lo miraba con lascivia y sonreía perversamente.
_ Siempre fuiste igual, Edmundo_ le respondió mordaz._ Me debés tres meses de mensualidad atrasada. Dame la plata y te devuelvo lo que es tuyo.
_ Dame los planos o te disparo_ le replicó el señor Rawson, manteniendo su tan característica calma.
_ No te dan las agallas para hacerlo. Seguís siendo el mismo cobarde de siempre.
Ofendido por esto último y para imponer respeto, efectuó un disparo al aire.
_ Los planos.
_ La plata_ dijo Virginia sin inmutarse en lo más mínimo.
_ Se nota que no los abriste.
_ Eso no es necesario. Dame lo que es mío y te doy lo que es tuyo.
Ailen e Ivonne hicieron su aparición en ése momento, una por cada costado. Virginia se precipitó bruscamente.
_ ¿Quiénes se supone que son ustedes?_ preguntó Virginia, ofuscada._ ¿Quiénes son tus amiguitas?_ dijo luego dirigiéndose al señor Rawson.
_ Detectives Ezcurra y Fraga, de la Policía Federal_ dijo Ivonne, apuntando su arma al señor Rawson, mientras Ailen hacía lo propio con la señora Virginia.
_ ¡Váyanse! Esto es entre mi ex y yo. Ustedes no tienen nada que hacer acá.
_ Tenemos mucho que hacer_ enfatizó Ivonne._ Tire el arma ahora y usted, señora, deme los planos del satélite ya mismo. No lo voy a repetir dos veces.
Los dos obedecieron. Él estaba tan calmo como al comienzo y ella era un manojo de nervios. Los planos estaban adentro de un sobre madera sellado. Ailen rompió la traba y extrajo un papel en blanco. Virginia se irritó por demás.
_ ¡Basura!_ sentenció con euforia la exmujer de Rawson.
_ Eso explica su calma en exceso_ afirmó Ailen.
_ La desaparición de documentos del Estado es delito federal, aunque así se traten de documentos confidenciales para preservar la paz de una Nación_ proclamó Ivonne con superioridad._ ¿Dónde están los planos, señor Rawson?
_ Los tiene en su mano, detective_ dijo Edmundo Rawson con tono sobrante._ Use la imaginación.
Ailen lo entendió enseguida. Buscó en el baño un hisopo de algodón y un pequeño frasco que contenía yodo. Empapó uno de los extremos del hisopo con yodo y lo deslizó suavemente a lo largo de toda la hoja en blanco. Los planos se visibilizaron como por arte de magia.
_ Escritura invisible_ dijo Ivonne, orgullosa de su amiga._ Por eso reaccionó con el yodo cuando lo desparramaste en el papel.
_ Quería venderlos a otros países y quedarse con toda la plata de las ventas_ explicó la detective Ezcurra._ Al Gobierno nuestro le diría que todavía no los terminó para atrasar su entrega el mayor lapso de tiempo posible. Para cuando cayera en manos del gobierno nacional, sería tarde. Otros países estarían haciendo uso de él y nunca lo sabrían porque, como usted bien dijo señor Rawson, su señal es indetectable. Y claro que le cobraría a los honorables funcionarios que lo contrataron y que confiaron ciegamente en usted sus eficaces servicios. ¿Estoy en lo cierto?_ y miró a Edmundo Rawson con vanidad.
_ No sabe usted absolutamente nada_ repuso el otro en tono desafiante.
_ Pero yo sé_ intermedió Ivonne Fraga_ que al Gobierno nacional le daría unos planos hechos con tinta normal, los que eran falsos. Por eso diagramó los originales con escritura invisible. Sospechaba que su ex se los había robado para sobornarlo por todo lo que usted le debe. Pero si nos exteriorizaba sus dudas, podíamos recelar y no podía permitirse correr riesgos. Así que esperó a que nosotras lo lleváramos hasta su exmujer. Por eso estamos todos acá felizmente reunidos.
Edmundo Rawson enrojeció de cólera y la señora Virginia lo miraba con resentimiento.
_ Virginia Rawson_ dijo Ailen.
_ Me ofende al llamarme así_ refunfuñó la aludida.
_ No me interesa. Queda arrestada por hurto y extorsión. Y Edmundo Rawson: queda arrestado por defraudación al Estado en perjuicio del uso indebido de documentos públicos de índole confidencial, cobro de sobreprecios y falsificación y sustitución asimismo de dichos documentos públicos en perjuicio de destruir la confianza que el Gobierno depositó cabalmente en usted.
A la noche, las dos amigas fueron a un bar a tomar algo para festejar el triunfo al frente de su primer caso oficial como detectives de la Policía Federal. Sólo deseaban que el próximo fue un poco menos complicado que este primero.


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