Publica Tu Cuento: DUELO DE TITANES


Nombre*:CARLOS ALBERTO
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Género*:Aventura
Título*:DUELO DE TITANES
Cuento*:La tienda de Don Toño era un paraíso terrenal: el entrañable olor de los libros sobrepuestos en las maquinas de videojuegos que se conjugaba con la madera caliente provocado por el calor de los monitores que emanaba por los agujeros de ventilación; aquel olor de la salsa roja ya media seca envasada en un bote de aceite comestible sacado de un estante polvoriento con uno que otro chicle pegado en el inferior de una repisa malclavada; aquel crujir de las desesperadas bocas masticando una torta Kayowa, ese único y exquisito manjar juvenil noventesco, especialidad de la casa y parte cultural de la preparatoria de la U.A.N.L. Esta torta consistía en un pan margarita partida a la mitad: en sus tapas contenía un empaste de una marca económica de mayonesa que emergía desde el interior de un recipiente de plástico de galón sin etiqueta por una cuchara sopera, y a veces era acompañada de un cuchillo cebollero cuando la clientela crecía; una de las tapas de la margarita era provista con una o hasta dos tostadas rojas partidas en trozos bañados de esa salsa roja picante, la otra tapa era provista de cualquier cantidad de gruesas lunas de aguacate. Para poder comer esta exquisitez se necesitaba secretar una sobrenatural cantidad de saliva acompañado de un buche de refresco para enjugar y desintegrar lo más posible cada bocado, para finalmente engullirlo en su totalidad.
Y quién no recibió la enseñanza de Don Toño al oírlo hablar de sus años de infancia, de cómo fue su vida cuando cursó todos los periodos escolares desde la primaria hasta parte de la preparatoria, porque su padre lo convenció de abandonarla para ayudarlo a encargarse de la tienda; fue lo mejor, siempre deducía, para después contar como conoció a Doña Pilar, quien sonreía amorosamente cada vez que oía hablar esta parte de su historia, mientras lavaba los trastes en el fregadero, y que a veces teníamos la dicha de ver y sentir un suspiro que emergía desde lo más profundo de su corazón, pero que nadie podía saber cuándo y dónde terminaba porque se lo llevaba a algún lugar al fondo de su casa entre sabanas viejas puestas como cortinas en vanos de paredes despintadas.
Su historia era conmovedora, duraba todo el día, perdíamos todas las clases, pero la verdad era la mejor enseñanza que teníamos.

Pero lo verdaderamente excitante de esa tienda era ese pasillo iluminado por el sol abrazador, que dejaba expuesto el corazón desordenado estudiantil, con el piso tapizado de las migajas de las tortas y las colillas de cigarros que solamente entristecía a los encargados de la tienda, pero no a nosotros, los clientes distinguidos y jugadores empedernidos de los juegos de las pantallas analógicas empotrados en aquellos cajones de madera ilustrados de guerreros, monstruos y vehículos fantásticos que adornaban como perlas en collar a aquel pasillo.
Desde temprano y desde varias cuadras éramos encantados por la música y sonidos digitales de las maquinitas de videojuegos.
Nada impedía a estar pegado a una maquinita: a cualquier hora, en cualquier clima, en cualquier estado de ánimo, en cualquier situación económica, nunca fue tan inquietante tener en los bolsillos de nuestros jeans aquellas monedas de 5 pesos de Quetzalcóatl; muchos prosperaban cada día más en su destreza para pasar un nivel o vencer a algún peleador que aprender las ecuaciones de segundo grado del algebra o la primera y segunda ley de Newton.
Pero hubo un día, uno de esos días que se quedan para siempre en los corazones de aquellos jugadores guerreros que hicieron historia.
Y empezó así, a las 5:35 a.m., llegaba yo caminado desde mi casa a la preparatoria para presentar mi examen de física que había reprobado la semana anterior; que sistema tan loco de esta preparatoria: todos los días se presentaba al final de la jornada un examen según la materia que se programaba para ese día, si se reprobaba se tenía que presentar nuevamente ese examen en la siguiente semana en el día programado para esa materia pero una hora antes del comienzo de la jornada, es decir, ese mismo día el estudiante tenía que presentar dos exámenes de esa materia (el reprobado y el programado).
En fin, pero ese día no fue histórico por ello. Mi curiosidad me llevó a la entrada de ese pasillo, y no podía creer lo que veía ¡"El Kariuken" jugando Street Fighter a las 5:35 de la mañana!
¿Que onda contigo?, ¿porqué tan temprano? le cuestioné.
Vine a presentar el examen de física, contestó tristemente.
Su tristeza me impacto, pero mi responsabilidad terminó por guiarme al salón y sacar mis apuntes de la mochila y realizar rápidamente el repaso del tema a presentar.
Una vez terminado mi primer examen fui a la tienda de Don Toño, y ahí estaba El Kariuken, como siempre jugando solo, y no porque nadie quisiera hacerle compañía o jugar con él sino porque era casi invencible en el Street Fighter. Pero había algo que no era normal en él, y no era su largo cabello lacio cuya cola tapaba un poco el numero 23 de la playera de los Bulls de Chicago, tampoco sus jeans despintados talla 28, sino sus tenis Convers que estaban muy sucios y manchados de gotas rojas, no sé si por la salsa roja o por algún otro pigmento, y hasta llegué a pensar que pudo haber sido sangre.
Me acerqué para preguntarle cómo le había ido en el examen, y me contestó con un indiferente "bien". Hice a un lado ese extraño sentimiento de curiosidad y me dispuse a disfrutar sus invictos raunds ganados a los guerreros de la serie, mientras llegaban poco a poco los clientes distinguidos: el alegre "Pocholo" con su sonrisa a flor de piel y su boca lista para ametrallar a todos los presentes de todo tipo de comentarios grotescos inspirados de las series cómicas de televisión, el tragón del "Caliman" que hacía realizar a Don Toño gestos recriminatorios para luego remangarse la camisa y disponerse a prepararle la primera torta Kayowa del día, " El Compi" de Ismael que nos hacía a todos a realizar cuentas y decidir si darle o no alguna moneda para completarle ya sea el pasaje para su transporte, una torta, un jueguito, un cigarro, un refresco o quizá para el pago del período del siguiente semestre; el chisquiado del "Yorch" con sus chifladuras y sus pláticas molestas, que me impulsaron de inmediato a retirarme a clases y continuar la jornada.
Alrededor de una media hora antes del examen final del día fui a la tienda a comprar un lápiz para llenar los círculos de las opciones de la boleta del examen, y mi curiosidad volvió a inquietarme al ver la tienda repleta de alumnos y saber la causa al mirar el pasillo y ver nuevamente al Kariuken jugando. Nunca había permanecido todo un día jugando en las maquinitas y precisamente el Street Fighter, aparte a esa hora esa maquinita debía estar sola porque… Y es aquí cuando mi relato y aquella curiosidad convergen y explotan, y se estremece mi cuerpo al describir ese momento en que esa sombra robusta hacía su entrada en la tienda, con el chancleo de las suelas despegadas de unos tenis de segunda mano desparramados por albergar unos desproporcionados pies que soportaban un cuerpo muy obeso. El "Baby" hizo su presencia, no sé que era más intimidatorio si su corpulencia o el mal olor del sudor de su cuerpo producto de una familia disfuncional.
El Casi invensible del Kariuken hacía su presencia en la tienda y el Casi invensible del Baby permanecía jugando en su maquina a esa hora inapropiada. Nunca habían estado juntos en la tienda.
La mirada del Baby se dirigió rápidamente hacia esa maquinita que lo tenía embrujado, y dibujando esa sonrisa escarnecedora se dirigió delicadamente hacia el Kariuken, se paró junto a él y sacando una moneda del bolsillo de su sucio y guangudo pantalón la insertó por la rendija del depositamonedas. El sonido digital gutural que provocó esa moneda hechizó a todos los presentes en esa tienda: los rostros estupefactos se reflejaban en las ventanas y en las pantallas apagadas de las maquinitas. Por un momento toda actividad se detuvo:
Don Toño permanecía asombrado mientras recargaba sus brazos abiertos en el estante, Doña Pilar se asomaba curiosamente por entre las sabanas cortineras mientras batía las manos para secarse el agua una vez de haberse detenido de lavar los trastes, las bolsas de las tostadas se desempaquetaban por la fuerza de inercia, los cigarros encendidos, dejados por sus propietarios por todos los rincones de la tienda, se consumían.
Los únicos que permanecían en actividad era el Kariuken, que permanecía jugando y realizando movimientos de muñeca con mucha destreza, y que ya para ese momento tenía toda la playera sudada; y el Baby que ejercitaba sus muñecas moviéndolas en círculos mientras le sonreía intimidatoriamente al Kariuken, que en ningún momento se inmutó ni le dirigió la vista.
Fue hasta que El Baby oprimió bruscamente el botón de Star cuando comenzó la épica batalla, anunciando en el juego a un nuevo contricante.
El Baby se dispuso a encontrar la mejor posición para poder tener en libertad sus brazos y realizar sus movimientos, y su rostro no dejaba de dibujar esa sonrisa intimidatoria. Kariuken recargó sus brazos rectamente en el tablero, irguió su cuerpo y agachó su cabeza para finalmente cerrar sus ojos.
El corazón de todos los presentes movía sus cuerpos para encontrar el mejor lugar y ser testigos de tal hecho histórico. Seguían entrando en la tienda alumnos, y alcance a distinguir algunos maestros, entre ellos "el Tamagochi" de Biología y "el Marimbas" de Historia.
Instintivamente los jugadores reaccionaron al anunciar en el juego la selección de sus respectivos guerreros. Los dos permanecían moviendo la perilla como buscando al azar a su guerrero y dejar que la selección se realizara automáticamente cuando terminase el tiempo de selección, pero esto era parte de la estrategia de ambos para saber a qué peleador escoger si alguno seleccionaba primero al suyo, pero hasta el último momento ambos escogieron su peleador al mismo tiempo.
Y a la inmortal voz de ¡Round One Fight! La imaginación gobernó nuestros corazones llevándonos a aquella ciudad de Tailandia donde se realizaría la pelea y convirtiendo a los guerreros virtuales en reales.
Inmediatamente "Sagat" arremetió contra "Ryu" con una patada media, después siguió con una patada por debajo, pero Ryu se la cubrió para después saltar e intentar darle la patada media, pero el imponente ¡Tiger Upppercot! De Sagat envíaba a Ryu muy dañado hasta el rincón del ring. Ryu trataba agónicamente de defenderse, pero el juego de patadas medias y bajas de Sagat destrozaron la defensa de Ryu para finalmente sucumbir y perder el primer raund rápidamente.
Comenzando el segundo raund, Sagat arremetió nuevamente contra Ryu, pero lo reprendió con un sorprendente ¡Hadoken! Este golpe paralizó momentáneamente a Sagat, y Ryu arremetió con un combo de patadas medias y bajas, pero Sagat no se desesperaba porque sabía como terminaría ese combo. Al realizar Ryu su golpe magistral ¡Shoryuken! Sagat reaccionó antes y alcanzó a cubrirse, y al caer Ryu, Sagat lo tomó y lo lanzó al otro lado del ring. Se equivocó Sagat, y lo supo, no era ese agarre el que debería de realizar. Ryu ya no arremetió, esperó, se movía fintando arremeter. Sagat hizo lo mismo pero el tiempo se consumía, Sagat vió su línea de vida y se dió cuenta que estaba baja, tenía que arriesgarse, no quedaba de otra. Para llegarle rápido a Ryu, Sagat realizaba saltos cortos, pero Ryu esperaba ese momento. Entonces Sagat realizó un salto largo intentando golpear a Ryu con una patada larga, ese fue el momento que Ryu esperaba, y realizando su descomunal rehilete de patadas ¡Attaktakduken! golpeó violentamente a Sagat dejándolo en muy malas condiciones, Sagat se recuperaba agónicamente, pero al alzar la vista era golpeado súbitamente por el "Hadoken" De Ryu, derribándolo para ya no levantarse, perdiendo así el raund.
Comenzando el tercer y último raund los dos peleadores permanecían quietos, se iban cada uno a su orilla del ring. Sagat realizaba ondas de golpes ¡Tiger! Ryu se cubría, pero rápidamente supo que lo dañaban. Por lo tanto, tenía que contrarrestar la onda "Tiger" con su onda "Hadoken", y así lo hacía, pero el tiempo seguía. Sagat se mostraba imponente con su onda "Tiger". Ryu tenía que arriesgarse y comenzaba a saltar las ondas Tiger acercándose poco a poco a Sagat, pero esto era demasiado peligroso; los golpes de Sagat son más fuertes y tienen mayor alcance. Solamente hay ese momento y ese movimiento exacto que muy pocos saben, pero calcularlo parece imposible, y ya no quedaba tiempo. Ryu realizó un salto, pero no realizó ningún golpe, Sagat tampoco realizó ningún golpe y los dos quedaban frente a frente a cierta distancia arrodillados y cubriéndose. Ryu tenía que arriesgarse, pero aguardaba hasta el último momento, fintaba una patada corta y Sagat no reaccionaba. Finalmente, Ryu realizó un salto, Sagat no reaccionó y veía la maniobra en el aire, esperaba a que cayera, pero por alguna razón Sagat se dió cuenta que ya no estaba en su posición inicial, se había movido un poco, casi imperceptible. ¡Cinco segundos! Ryu Cae. Sagat ignora si Ryu conoce su nueva posición. Ryu salta nuevamente y al caer realiza una patada media sobre el piso y golpea la defensa de Sagat, y se da cuenta que está en otra posición. ¡Tres segundos!… De pronto se oscurece la pantalla. Todo es confusión. Al dirijir la mirada a la puerta veo a alguien que torpemente trata de quitarse algo de sus piernas. Se escucha a aguien que grita: ¡quién le dijo al "Chicogoyo"! ¡Se tropezó en el cable de corriente el muy puñetas!
Finalmente, el Chicogoyo se desenredó el cable y salió muy espantado de la tienda y tras él un sin numero de alumnos enardecidos queriendo atraparle para escarnecerle.
Al dirijir nuevamente la mirada a la maquinita El Kariuken se había marchado… Después de ese día, Kariuken, ya nunca mas volvió a la preparatoria. El Baby permaneció en la preparatoria por tres meses, después ya nadie lo volvió a ver.

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