Anahet siempre ha sido una mujer muy hermosa, más aún en su juventud, con una piel suave, aterciopelada como un melocotón, una larga cabellera ondulada, como una cascada descendiendo de una montaña hasta su cintura y bajando aún más hasta sus caderas, sus hermosos ojos claros, verdes como las aguas de las playas que arrullan las tardes antes de caer la noche.
En su adolescencia Anahet siempre fue extrovertida, alegre, bastaba con echar una mirada a algún chico, para que éste cayera rendido a sus pies. Anahet siempre andaba en la búsqueda de un amor, pero…¿ Qué clase de amor buscaba? Nunca estaba conforme con sus novios, pues eran relaciones fugaces, furtivas, evitando que su madre se enterara, sólo duraban unos días, semanas, cuando mucho, pocos meses.
Cuando Anahet llegó a tener 19 años se casó, creyendo estar enamorada, pronto descubriría que sólo era una ilusión, un espejismo… el hombre con quien se casó la llevó a vivir lejos de su familia y al cabo de 2 años ya tenía dos hijos y aquél hombre tierno y amoroso se había tornado hostil e indiferente.
Pronto Anahet se enteró de sus infidelidades, pero con dos niños tan pequeños y tan lejos de su familia, sin dinero y tan desilusionada dejó pasar unos meses y se sentía tan sola que terminó buscando refugio en un vecino de la cuadra quien consolaba sus decepciones.
Esa bomba de tiempo estalló y el esposo de Anahet la agredió física y emocionalmente, pensando que su mujer había cometido adulterio. Los familiares de Anahet viajaron a buscarla. Emprendería una nueva vida en su país, tal vez encontraría el amor nuevamente, mientras tanto se dedicaría a sus hijos y a sanar sus heridas, más que en el cuerpo, las llevaba en el alma.
Pasaron los días, las semanas, los meses y el amor comenzó a florecer en la vida de Anahet. Esta vez con un hombre un tanto menor que ella. Se mudó a vivir con él, en su mismo pueblo. Todo iba de maravilla, hasta que entre fiestas y alcohol, comenzó nuevamente la película de terror para ella. El amable y comprensivo hombre se transformaba en una bestia implacable movida por los celos. Cada vez era peor, insultos, golpes, hasta amenazas de muerte recibía de parte de aquélla bestia. Pero se cansó y huyó con sus hijos a consolarse con su familia.
Así pasaron algunos años y aquélla hermosa mujer se sentía mejor que nunca. En su mente sólo podían pasar pensamientos para sus hijos y su trabajo, bueno, eso era lo que ella pensaba, pues Cupido, tenía otros planes para su vida.
En una tienda de teléfonos celulares Anahet recorría la vitrina, pues no se decidía cuál de esos hermosos teléfonos comprar. De pronto una voz masculina decía detrás de ella:
- Yo compraría el teléfono rojo, por su calidad, sus funciones, buena marca y buen precio.
Anahet volteó rápidamente y allí estaba un joven muy guapo, blanco, alto, delgado, de ojos y cabello claro. Le resultó un rostro conocido y le sonrió ampliamente, mientras buscaba en su memoria el nombre de aquél muchacho.
-¡Hola! Bueno, si me lo recomiendas, debe ser que conoces bien esa marca de teléfonos…y una pregunta: ¿Cuál es tu nombre? Y me disculpas, es que no lo recuerdo.
-Soy Jhon, el hijo del señor Adrián el Carpintero. Seguramente no me recuerdas porque estaba estudiando y trabajando con mi tío en una carpintería de la familia en los Andes venezolanos, pero yo sí te recuerdo y cada día que pasa te veo más hermosa.
Anahet sin darse cuenta se sonrojó y por primera vez quedó sin palabras y sólo pudo sonreír mientras el joven le invitaba un helado en la tienda de al lado. Intercambiaron sus números de teléfonos mientras platicaban plácidamente.
Se despidieron y la chica apenas iba a una cuadra de la heladería, cuando un mensaje de texto iluminó su rostro: "Creo que la felicidad llegó a mi vida y lleva tu nombre. El helado más dulce y delicioso lo he comido hoy a tu lado, espero que el de mañana sea mucho más delicioso, claro, si aceptas regalarme la dicha de disfrutar tu presencia"
De inmediato y con una sonrisa espléndida la chica respondió:
- Mañana a las 5:00 pm comeremos helados nuevamente. ¡Gracias!
Los mensajes y llamadas telefónicas se repitieron una y otra vez esa noche hasta pasadas las 11 de la noche. Y Anahet esa noche durmió junto a sus hijitos con una sonrisa dibujada en su rostro.
Pasaron los días y aquél encuentro casual, se repetía de manera formal y en compañía de los hijos de Anahet quienes se encariñaban con aquél muchacho. Al cabo de algunos meses la relación se formalizó y aquellos amargos momentos vividos sólo formaron parte del pasado, porque al fin, el amor verdadero había llegado para la hermosa mujer, quien se sentía plena, feliz, se le veía radiante y maravillosa.
Pasaron dos años y muchos eran los planes que tenían Jhon y Anahet. Entre ellos la construcción de una casa, pues vivían alquilados en un pequeño apartamento del centro. Todo iba de maravilla, hasta que una tarde después de compartir unos tragos con unos amigos, Jhon se sintió muy mal. Un dolor en el estómago, le hizo ir hasta un centro de salud donde le colocaron una inyección y el Médico de guardia le dijo que el dolor pudo ser ocasionado por el licor o por la variedad de comidas que compartieron esa tarde junto a sus amigos.
Pero la molestia de salud se tornaba cada vez más fuerte para Jhon, aún sin haber ingerido licor o comidas pesadas, el dolor se presentaba sin motivo aparente y se irrigaba hacia todo su abdomen. Generalmente, esta situación era ocultada por Jhon, para no preocupar más a su mujer.
Una noche de ferias, Jhon y Anahet compartieron unos tragos casi hasta el amanecer con un grupo de amigos. Se fueron a dormir, pero Jhon no pudo hacerlo, el dolor se apoderó de su cuerpo y esta vez no pudo ocultarlo y casi sin poder hablar despertó a su mujer, quien pidió ayuda al padre de Jhon y lo trasladaron a un centro de salud cercano. Pero allí sólo pudieron prestarle los primeros auxilios porque el joven presentaba una hemorragia gastrointestinal y fue referido a un Hospital de la ciudad.
El traslado se hizo de inmediato y Jhon fue ingresado casi inconsciente. Anahet estaba vuelta un mar de lágrimas y rogaba a Dios por la recuperación de su "Amor bonito" como ella le decía. Pasaron unos minutos y la Doctora de guardia pidió donantes de sangre para Jhon de manera inmediata. Una vez hecha la transfusión, el joven recuperó el conocimiento.
Una lista con los nombres de los exámenes indicados para Jhon aumentó la angustia de Anahet y los familiares del chico. La Doctora informó la sospecha de una úlcera gástrica, que debían practicarle los exámenes y otros estudios especializados para tener un diagnóstico definitivo.
Anahet y los padres de Jhon secaron sus lágrimas y pudieron verlo, éste al ver a su hermosa mujer y a sus padres sonrió y habló bajito. Sólo pudieron estar unos minutos con el joven porque debía descansar.
Con el tratamiento y la transfusión Jhon mostró una mejoría aparente y Anahet siempre estaba a su lado, hacían turnos para cuidar de él. Ella sólo se separaba de él para ir a ver a sus hijos. Así pasaron unos días pero Jhon una noche comenzó a sentir frío y mucho dolor abdominal y la hemorragia comenzó de nuevo.
Los médicos solicitaron los resultados de los estudios realizados y determinaron que Jhon, su amado Jhon, sufría de un cáncer gastrointestinal en fase terminal.
Los pies de Anahet se pusieron muy pesados y un gran escalofrío recorrió su cuerpo. Sólo repetía una y otra vez un NO, que parecía tener un eco que retumbaba en su cabeza. Su corazón palpitaba demasiado rápido y las lágrimas recorrían sus mejillas sin parar. Su boca estaba amarga como la hiel, estaba seca y la joven no podía moverse. Los padres de Jhon se abrazaban fuertemente, negándose a creer aquella mala jugada del destino.
Anahet permaneció tres días más sin dormir al lado de su amado. Tres días tomando su mano como cuando salían de paseo, a bailar o a comer helados. Y Jhon le repetía cada día "Que la amaría hasta más allá de la muerte". Esa noche su amado presentó una fiebre muy fuerte, pero ya casi no demostraba dolor. Al amanecer, cayó en coma y ya no pudo hablar más. Anahet se negaba a separarse de su amor bonito, pero más tarde Anahet cansada de tanto llorar, de noches de insomnio, de dolor, se quedó rendida recostada de la cama.
Sintió una suave caricia en su cabello y en su mejilla. Se despertó con la ilusión de ver a su amado recuperado, pero fue la impresión más grande que puede sentir un ser humano, su amor bonito ya no respiraba, estaba pálido y Anahet colocó su oído en el pecho pero no pudo sentir ese corazón que tanto la amaba, el que latía por ella y para ella.
Sus gritos despertaron a los padres de Jhon y a las enfermeras de turno, quienes la separaron de su amado, llamaron a los médicos quienes intentaron reanimarlo, pero los esfuerzos fueron en vano… Jhon se había ido…ya no estaría más con Anahet, ni con sus padres, ni con sus amigos y conocidos.
Anahet estaba destrozada, su rostro demacrado por los desvelos, el hambre, la tristeza la desesperación, la hicieron caer en un mutismo extraño. La noche del velatorio, Anahet se sentó al lado del ataúd como un zombie, sólo sollozaba y sollozaba y se aferraba fuertemente a familiares y amigos que le daban el pésame.
Amaneció y Anahet permanecía allí, sólo tomaba agua y un poco de té, pues su estómago no toleraba más nada. En la tarde se llevó a cabo el sepelio de Jhon. El cementerio se llenó de tanta gente que parecía una feria y no un entierro. Al ver a su amado por última vez Anahet rompió su mutismo y un grito desgarrador salió de su boca aturdiendo a los presentes… una cadena de llantos y gemidos inundó el lugar haciéndolo más triste aún, hasta los que apenas conocían a Jhon comenzaron a llorar al ver tanto dolor en Anahet y los familiares de su amado.
Los familiares de Anahet tuvieron que llevársela casi a rastras cuando ya moría la tarde fría, para dar paso a la noche. Fue a casa con sus padres e hijos, quienes parecían no comprender del todo lo sucedido. Aquélla mujer de mirada radiante ahora estaba como ausente, perdida, pálida. Su madre le ofreció de comer y se negaba, sólo aceptó un té, preparado por su madre quien le agregó unas gotas de tranquilizante. Y Anahet al fin pudo descansar esa noche…
Pasada las siete de la mañana se despertó y salió. Ya era casi mediodía cuando su madre y su tía salieron a buscarla y sin dudar llegaron al cementerio. Allí la encontraron. Silente, pálida y con los ojos hinchados. Le acompañaron casi una hora sin proferir una palabra, hasta que la convencieron de regresar a casa. Se encerró en su cuarto aparentando dormir. Su madre y tía fueron a descansar también.
La madre se despertó con mucho calor y fue al baño a refrescarse. Luego fue a la habitación de Anahet. Vio el reloj y marcaba las 12:25am. Abrió la puerta pero no estaba. La buscó por toda la casa y no la encontró. La madre despertó a todos en la casa y comenzaron a buscar a Anahet, pero ni en casa de los amigos ni en el cementerio la encontraron.
Mientras tanto en la casa de la tía de la joven, todos dormían profundamente menos su tía. Ella era una persona susceptible y con un don para percibir energías del más allá. Su cuerpo estaba frío y rígido, una pesadilla se apoderaba de ella, estaba soñando con Jhon quien llegaba a su casa, con unos jeans, botas de cuero y una camisa de color amarillo y se agarró de la puerta con ambas manos y mostrando una gran sonrisa.
No parecía proferir palabra alguna, pero la tía de Anahet comprendía lo que Jhon quería: venía a buscar a su sobrina. La tía le dijo en voz alta al joven, mejor dicho a su espíritu:
-"Jhon, ella no se puede ir contigo, porque todavía no es su tiempo. Déjala tranquila"
Tras estas palabras Jhon dejó de sonreír y se fue retirando caminando hacia atrás sin voltear. Mientras esto sucedía algo extraño como una sombra logró pasar a la casa y la tía de Anahet quien luchaba por despertar de la pesadilla sentía como un demonio con forma de chimpancé con una mezcla de cabra intentaba ahorcarla, de poseer su cuerpo y su alma. Su boca se abría, pero no podía gritar. De pronto comenzó a temblar de manera tan fuerte que parecía una convulsión y el esposo de la tía de Anahet despertó asustadísimo y sacudiéndola fuertemente logró despertarla.
Su cuerpo estaba erizado, tenía mucho frío y temblaba, estaba gimiendo. Su esposo la abrazaba y ella pudo decir a duras penas que encendiera todas las luces y orara en voz alta y fuerte con ella. Así lo hicieron y en el nombre de Dios y su hijo Jesucristo reprendieron al demonio muchas veces. Fue una situación muy, pero muy difícil esa noche. Los perros aullaban y los gatos que estaban sobre el techo salieron maullando y en carrera, despavoridos por lo que allí sucedía. Sólo con las luces encendidas y la Biblia abierta pudieron descansar y dormir.
En la mañana, la mamá de Anahet fue a visitar a su hermana y entre llantos le contó que casi pierde a su hija Anahet. La hermosa mujer trató de acabar con su vida esa noche. Se había ido a un lago y trató de ahorcarse en un árbol. Por fortuna unos vecinos la vieron salir y acompañaron a los familiares de Anahet en la búsqueda, quienes iban preguntando por la carretera si la habían visto hasta que lograron encontrarla. En un esfuerzo desesperado se la arrancaron de los brazos a la muerte.
Pasaron muchos días, y con la ayuda de sus hijos y demás familiares Anahet logró recuperarse, la cicatriz de su cuello se borró, pero la de su alma aún perdura. Siempre dice que "el único hombre que la amó de verdad se fue con Dios y que un día volverán a estar juntos… para siempre"
Jhon había vuelto a buscarla, pero tras él traía algo muy malo, pues cuando prometes regresar del más allá, se abre el portal del bien y del mal y de allí nadie sabe lo que saldrá. Así que ten mucho cuidado con lo que prometes…
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