Publica Tu Cuento: Reencuentro


Nombre*:Lucas Bertero
Web Site (Opcional):https://www.facebook.com/lucas.bertero.92
Género*:Fantástio
Título*:Reencuentro
Cuento*:
Abrí los ojos, me encuentro en una habitación de paredes altas, una lámpara que cuelga del centro del techo y una puerta de hierro con una rendija en el medio. En una de las paredes habían pintado un número "1138". Estoy sentado y descalzo, no siento frío, vestido como un paciente de hospital. Quizás este lugar lo sea. Escucho el eco de voces y ruidos de pasillo.
No recuerdo cómo llegué aquí, de hecho, mi memoria está muy difusa en general, unas pocas imágenes vienen a mi cabeza: un hombre de uniforme y máscara me arrastraba hacia afuera de casa, otro apuntaba con un arma a mi padre y mi madre lloraba arrodillada en el piso. «No le hagan daño a mi hijo, por favor», suplicaba. No sé qué pasó desde entonces ni cuantos días habrán pasado. Mi nombre se ha ido también. Una etiqueta en la bata tiene escrito el mismo número que la pared.
Me siento extraño, mis sentidos están agudizados y embotados a la vez, van y vienen… Tengo que salir de aquí y volver a casa. Pero… ¿Cómo lo hago? ¿A dónde voy?
Alguien se acerca a la puerta. Los pasos se detienen y la voz me pregunta si estoy despierto. Me cuesta hablar, es como si no tuviera cuerdas vocales. Los sonidos que doy como respuesta le causan gracia y dice que volvería en un rato. Golpeo la puerta con ambas manos aunque no sirva de nada. Los pasos se alejan. Es difícil mantener la noción del tiempo encerrado aquí.
Trato de forzar la tapa de la rendija hacia afuera con los dedos, está trabada pero se mueve un poco. Tengo que abrirla y salir. Empujo más fuerte pero no cede. No puedo darme por vencido. La golpeo y vuelvo a empujar. El ruido hace que los pasos vuelvan y la tapa se corre hacia un lado: una máscara, como la que me arrastro en casa, se muestra y me grita que deje de hacer tanto escándalo que, en definitiva, no me queda mucho. Le pido por favor que me diga donde estoy pero insiste en que me calle y que «los casos como el tuyo son los primeros en irse». Cuando escucho "irse" desespero y mi mano pasa a través de la rendija y golpeo la máscara. «Liquídalo», dice otra voz y el guardia se incorpora e introduce el cañón de su arma. El miedo casi me paraliza pero lo agarro con ambas manos y aparto mi cabeza. Dispara reiteradas veces y sacude el rifle. Grito mi desesperación una vez más y suelto el arma, él vuelve a caer y unos estruendos de explosiones sacuden el lugar. Las luces se apagan y los guardias se van corriendo llamando una emergencia. Mis manos se ven quemadas pero no me duelen.
¿Será de noche afuera? ¿Me trajeron para hacerme algún tipo de operación y matarme después? Sigo esperando arrodillado en el frío y la oscuridad.
La puerta hace un ligero chirrido… está abierta. La falla de energía debe haber averiado la cerradura. Salgo caminando en punta de pies apoyado contra la pared, es un pasillo muy largo, al fondo las corridas y las luces de linternas se mezclan, me alejo en sentido contrario hasta llegar a un cruce. Alguien se aproxima por enfrente puedo escucharlo pero no puedo verlo. Retrocedo unos pasos pero otros se acercan por donde vine. No sé qué hacer. Corro para esconderme de nuevo en mi celda, un haz de luz me enceguece al tiempo que una puerta se abre a mis espaldas e ilumina al guardia que enfrente mío. «¡No importa qué o quién sea, tengo ordenes de disparar!», me advierte. Esto es todo, hasta aquí llegué, pienso y me dejo caer al piso. Los rayos laser pasan sobre mi cabeza e impactan sobre quien había abierto la puerta que deja caer su arma y se dispara e impacta al guardia. Me salvé una vez más, no puedo creerlo.
Me apresuro a esconder los cadáveres en la oscuridad y, sin tomar ningún arma, no sé manejarlas, salgo al exterior. Es casi de noche, salí a un patio cercado. En un cartel a mi derecha puedo leer "Planta Este-Recinto de testeos y desechos".
Me pregunto qué tiene que ver esto con mi familia y conmigo. Mi memoria no regresa del todo y me doy cuenta que me es difícil usar mis extremidades y moverme con facilidad. Más guardias aproximándose por el pasillo oscuro me sacan de esos pensamientos y me oculto detrás de unos grandes contenedores con la leyenda "Peligro biológico-Sector M". Tres guardias se agrupan en la salida, buscan apuntando con sus armas. Logro levantar la tapa y entrar: está lleno de bolsas plásticas negras que, por la silueta y tacto, parecen cargar cuerpos. Quiero abrirlas y revisar. Vuelvo a espiar y veo a los guardias alejarse cuando otro estruendo resuena dentro la planta. No estaba equivocado, son cadáveres humanos. Hay muchos apilados.
Mi rostro… ese cadáver tiene mi rostro y mi cuerpo. Mis manos, mis brazos y piernas. Esto es terrible.
¿Tendrá los recuerdos que ahora me faltan?
«Voy a buscar por esta zona, separémonos para buscar mejor», escucho a un guardia comunicarse con otros. No hay tiempo, tengo que salir ahora. Levanto la tapa sin emitir sonido alguno y corro tan rápido como puedo hasta el límite del patio: un cerco con señal de electricidad y una cámara, me separa de escapar.
«¡Lo encontré!», escucho a mis espaldas. No me importa. Cierro los ojos y trepo el alambrado. La electricidad solo hace borrosa mi visión. No arde. Sigo trepando hasta que una explosión destroza mi brazo izquierdo. Caigo al piso. No sangro, los restos de mi extremidad humean y expulsan algunas chispas. No voy a rendirme.
El guardia se acerca y lo golpeo con un pedazo quemado de antebrazo. El casco cae al piso y puedo ver su cara. La cara de mi padre. Lo llamo por su nombre y no responde. ¿Perdiste la memoria?
Inmutable, apunta su arma a mi frente. Y dispara.

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