Publica Tu Cuento: Después de...

Nombre*:Javier Sánchez
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Género*:Drama
Título*:Después de...
Cuento*:
Es un buen momento para comer, incluso sin saber la hora exacta. Un rugido de tripas resuena en la casa en la cual él esta solo, más de lo que te puedes imaginar. El hambre le provoca dolor de barriga, pero la comida escasea. Así que se dispone a sentarse en el suelo polvoriento. Una vez sentado saca la lata de garbanzos en conserva y la pone en el suelo. Saca unas ramas no muy gruesas de su mochila, las deja delante de la lata. Unas hojas secas que tenía en el bolsillo son puestas encima. Hace buen tiempo, no sopla un viento muy fuerte. Alex lo agradece. Saca el mechero de su otro bolsillo. Enciende las hojas, la hoguera reluce en llamas. Bien, hoy no pasará hambre al menos durante un rato, por lo cual esa alegría de poder degustar unos buenos garbanzos le hacen salivar. Al cabo de una hora y media justo cuando se está empezando a quedar dormido. Un bostezo abre su estrecha boca y los garbanzos ya están calientes, acto seguido abre la tapa "abre fácil". Vuelca la lata y salen unos cuantos directos a su mano que se come del tirón y repite la acción hasta que ya no quedan garbanzos en la lata. De golpe se levanta y a base de tirar arenilla que recoge con el pie apaga la hoguera, lo hace con esmero. Una vez el fuego está apagado se dirige hacia la puerta de la casa.
No hay puertas, solo un umbral con forma rectangular. La luz llega directa a la cara de Alex provocando que haga una mueca. Se tapa con la mano derecha para poder ver mejor aunque no consigue muchos resultados. Cada vez la mueca es más rara aunque expresiva. Lástima que no hay absolutamente nadie para verlo. Acto seguido se palpa la barba de dos días con delicadeza mientras cruza el umbral. Ahora ve con más claridad y haciendo un repaso por la zona con la mirada se sigue asombrando de las ruinas de la ciudad. Tres años ya desde que ese maldito virus mutado extinguiera a la mayoría de la especie humana, incluidas su hija y su amada esposa. La hierba llega hasta las rodillas en algunos puntos. Las plantas se alzan entre las paredes de los edificios. Ni una sombra se asoma por ese lugar, ni siquiera para hacer compañía a un hombre que lo ha perdido todo y que se encuentra en medio de la nada.
En tres años no ha visto a nadie más que a sí mismo. Una soledad muy aterradora que aun hoy por hoy no puede creer que esté viviendo. Va caminando, poco a poco hasta que se tropieza con un par de piedras. Se agacha y las recoge, van directas al bolsillo pequeño de la mochila la cual es marrón claro y ocupa toda la espalda de Alex. Sigue caminando recto, sin torcerse un ápice. Cuando lleva ya unos metros recorridos ve al fondo un edificio que se conserva bastante bien. Avanza unos metros y puede reconocer lo que era un bar en la planta baja del edificio. Solía ir a veces para beber alguna que otra caña pero no a ese en concreto sino otro. Entra dentro del bar, de nuevo no hay puertas. El suelo está lleno de cristales rotos que suenan con las pisadas. En las paredes florece moho, el cual abunda cerca de algunas grietas. A su izquierda se encuentra la barra del bar así que se voltea y va hacia allí. Mira las palancas que antes servían para que caiga cerveza del grifo. Tiene mucha sed, de hecho una cerveza no le vendría mal. Toca la palanca, pero está atrancada por lo cual los esfuerzos por moverla son inútiles.
Al fondo del bar un televisor que está en un estado decadente. Conforme se acerca recuerda cuando empezaron a salir las noticias del virus. El pánico en la población se extendió y el caos reino. Una lágrima cae por la mejilla de Alex. Mantiene en su memoria a su hija Clara, siempre había sido muy alegre con lo cual hacia que los días pasaran con mejor ánimo. Cuando el virus apareció el miedo se apoderó de ella y él con tal de tranquilizarla le decía que todo iría bien, que lo superaríamos juntos. Entonces el llanto se volvió una cascada, que en ese momento con los sentimientos que afloraban perturbaban la paz interior. Pensamientos de suicidio se asoman y mientras se limpia las lágrimas recuerda también a su querida esposa. Tan hermosa, buena mujer, responsable y buena madre ante todo.
Alex se termina de secar las lágrimas mientras camina hacia la barra del bar de nuevo. Deja la mochila encima de la barra, saca las piedras y un cuchillo con el cual las afila, una vez afiladas saca un palo grueso y a su vez una cuerda blanca que ata a una piedra con el palo. Un hacha casera que se guarda en la mochila la cual se vuelve a poner a la espalda. Está atardeciendo. Mira por la zona un sitio donde no haya mucha vegetación. Después de buscar durante media hora encuentra una especie de explanada. Saca su tienda de campaña de la mochila y la monta, se mete dentro, cansado de un día duro. Estirado en el suelo de la tienda de campaña cree oír a su hija reír, sus ojos se empapan, no caen lágrimas, las emociones no evitan que se duerma. El sol resplandeciente asoma sobre las siete y veinte de la mañana. Alex se despierta, se siente un poco aturdido, pero no tiene café para disfrutarlo como antes. Unos pasos suenan muy cerca de la tienda de campaña. No puede ser, si es el único superviviente. Abre la tienda de campaña y sale deprisa. Un hombre con un gran problema de calvicie le está apuntando con una escopeta. Alex levanta las manos.
— ¿quién eres?
— Soy Alex, pensaba que era el único superviviente.— Traga saliva con dificultad.
— Vaya, parece ser que nosotros hemos sobrevivido, si, eso parece.
El hombre baja el arma y Alex se relaja.
— Me llamo Antonio.— Le pone la mano en el hombro y le aprieta zarandeándolo un poco.
Al cabo de unos días y caminando sin rumbo hacia delante, hablando de su pasado y de cuando todavía no se había extendido la pandemia. De pronto sale humo de detrás de un edificio, unos gritos estridentes de una mujer resuenan por toda la zona, unas risas malévolas se oyen también. Se acercan al sitio en el cual se ven unos siete hombres bailando alrededor de una hoguera y se dan golpes en el pecho. En la hoguera se quema la mujer que ha gritado, pero no la pueden salvar porque está casi calcinada. Antonio se acerca todavía un poco más, con la mala suerte de que pisa una rama fina que cruje. Los siete extraños hombres se giran de repente en dirección a ellos. Alex se queda paralizado y con mucho miedo, sus ojos se abren mucho y justo cuando va a decir "Antonio vámonos" apunta con la escopeta a uno de los hombres y le dispara en la frente matándolo al momento. Los otros seis van directos a por ellos. Van gritando mientras corren. Alex saca el hacha de la mochila y se acerca a ellos moviendo el hacha. Se paran en seco. Antonio vuelve a disparar dándole a uno en la yugular. Vuelven a gritar y correr mientras ellos dos escapan deprisa. Corren y corren, van dando tumbos para un lado y para el otro, los cinco que quedan siguen corriendo detrás de ellos.
Entran a un edificio, hay unas puertas cerradas al fondo. Unas escaleras a la izquierda por las cuales intentan subir sin éxito, ya que están prácticamente rotas. Alex abre las puertas y un olor a putrefacto llega a su nariz. Lo que ve con sus ojos es una enorme cantidad de cadáveres en el suelo, alguna que otra rata asustada de un lado para otro y algunos gusanos. Alex empieza a toser fuertemente. Antonio le da con la mano en el hombro un par de toques. Alex se gira y ve que han entrado. Mientras van caminando hacia ellos le coge la escopeta tirando el hacha al suelo. Antonio la recoge del suelo. Alex recarga la escopeta con munición que le tira con la mano que le queda libre a Antonio. Una vez cargada dispara a uno en la zona genital y cae al suelo casi sin respiración. Los otros cuatro van corriendo y gritando nuevamente esta vez con más fuerza. Dispara una segunda vez dándole en la boca a otro el cual cae como si le hubieran dado un puñetazo mortal. Recarga de nuevo la escopeta y dispara otra vez dándole en el entrecejo a uno, pero ya están muy cerca y se tiran a ellos los dos que quedan. Uno le coge la escopeta sin poder quitársela y el otro el hacha y forcejean durante unos segundos. Antonio le pega una patada en la barriga y el hombre gime arrodillado con rabia el cual no se espera la decapitación con el hacha que ejecuta Antonio. Al ver que seguían forcejeando Alex y el último que queda, sin pensárselo ni un segundo le clava el hacha en la cabeza y termina con su vida. Se apoyan en la pared y respiran tranquilos. Asido un día duro, en este mundo post apocalíptico del cual no sabemos con exactitud si llegaremos algún día.
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