Publica Tu Cuento: CARA A CARA

Nombre*:Sebastian Segura
Web Site (Opcional):https://www.tumblr.com/elseastian
Género*:Policiaco
Título*:CARA A CARA
Cuento*:Miró la pantalla del computador, nervioso, y apretó clic en enviar escrito. Había estrujado al máximo los argumentos para defender a un cliente que, aunque era una víctima de un error burocrático y de la viveza de un inescrupuloso, había reaccionado demasiado tarde y estaba a punto de perder su casa. Después de presentar la contestación de la demanda, sintió vértigo; era mucha presión para un abogado joven que detestaba la carrera, pero que siempre quería hacer todo lo mejor posible.

Buscó en el cajón del escritorio la cajetilla de cigarros, pero no había nada. Sin darse cuenta, había fumado los 20, redactando contra el tiempo. La botillería quedaba a cuatro cuadras de su casa, que ya no era libre de transitar. En junio del año dos mil veinte, para salir a hacer compras necesitabas un salvoconducto. ¿Romper o no romper la ley? ¿Valía la pena perder uno de los dos permisos semanales para caminar cuatro cuadras y comprar esos cilindros que contenían mutágenos cancerígenos?

La ansiedad, la tristeza y el vicio pudieron más, y el joven, o ya no tan joven abogado, caminó a paso rápido, sin salvoconducto, alerta, como quien se aleja de la escena del crimen. Mientras caminaba, le daba vueltas a la idea de su muerte, ¿tan mal estaba?, ¿Había otra salida a los pensamientos rumiantes y a la vida de mierda que estaba llevando? Quería dejar de existir, de eso no había dudas, pero no sabía cómo.

Llegó a la botillería y rebotó. El almacén de al lado también estaba con la cortina metálica abajo. Pensó en devolverse a casa o continuar buscando en otro sitio. La calentura por fumar fue mayor, además le permitía seguir cavilando, pero ahora en la calle.

Avanzó un par de cuadras y sintió la frenada en seco.

- Quédate ahí conchetumadre-. Le gritó el conductor del jeep, mientras se bajaba rápidamente del vehículo.

Quedó petrificado, como una liebre al ver el foco del cazador que la apunta con su escopeta. A él lo apuntaban con una pistola.

-No te movai y entrega el celular. El celular conchatumadre-.

El abogado entregó su teléfono, mientras intentaba cubrir su cara y se doblaba en una ridícula pose, como haciéndose bolita, cubriéndose de la pistola que ahora le acariciaba las costillas.

-Pasa la plata wn, no te movai o te disparo-.

-Tengo solo dos lucas, son para cigarros-.

-Pasa la plata wn-.

Entregó los dos billetes de mil e hizo contacto visual con el asaltante. Solo pudo ver un par de ojos azules y un ceño fruncido. Muy asaltante era, pero cumplía con tener su mascarilla bien puesta, como un buen ciudadano.

El abogado pensó en golpearlo, aprovechar una pequeña distracción y hundirle los nudillos en la quijada. Un buen uppercut al mentón y salir corriendo. Apretó el puño, pero seguía petrificado.

-Camina, conchetumadre-. Le ordenó el ladrón, al tiempo que se subía a la camioneta, en la que había más personas, riéndose.

Lo dejaron ahí, solo, sin teléfono ni plata para los puchos. Tuvo que desandar camino y volver a casa.

En el trayecto comenzó a reír, lo acompañaba una ridícula carcajada. Horas más tarde la psicóloga, por videollamada, le dijo que la risa se debía a un estado de shock, pero él sabía que era otro el motivo.

Tanto fantasear con la muerte, tanto pensar en la tina del baño y en unos cortes en las muñecas, como se suicidaban los romanos; tanto pensar en la viga de la casa y en la tristeza de quien tendría que descolgarlo, tanto desear el no existir, hasta que la muerte lo miró a la cara, hasta que un tercero apareció en esas cinco cuadras, ofreciendo hacer el trabajo.

Pero no, ante la inminencia de la partida acelerada, ante el arma presionada sobre su cuerpo, decidió hacerse bolita, reprimir el deseo de golpear con todas sus fuerzas al atacante y ver qué pasaba.

Reía porque quería vivir y de ese cara a cara que se lo demostró.

Cuando entró en su casa comenzó a tocarse la cara, el estómago, las piernas y en los bolsillos encontró su billetera, con cuarenta lucas que, en el momento del asalto, por miedo, no recordaba tener.

El día no había sido tan malo, después de todo.

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