El guardia de seguridad le pidió el carnet de identificación, con el mismo tono monocorde y seco con el que le hablaba a todo el mundo. El scanner de retina le negó dos veces el acceso. Siempre tenía problemas con este último. El de huella digital y el de código numérico de las primeras dos puertas funcionaban en el acto. Muchos de sus compañeros ya estaban en sus puestos. La pantalla gigante de la sala de control mostraba que los equipos funcionaban en óptimas condiciones. En la cocina vio que alguien dejó la cafetera prendida y agradeció en voz baja. Se sirvió una taza y se acercó al puesto de Tomhanson que leía el periódico. — ¿Algo interesante? — Preguntó mientras vaciaba un sobre de azúcar en el café. — La nota de ayer salió excelente. Mira, saliste en el fondo de la foto manejando el panel principal —le respondió Tomhanson señalando el centro de la página del diario. — Gran éxito de la máquina de Dios —leyó en voz alta. — Máquina de Dios, qué nombre más pomposo. — Supongo que acelerador integrado de partículas subatómicas AJC752/327 no es atractivo para un titular. Le dio una palmada en la espalda a Tomhanson y dejó salir una carcajada que no coincidía con la gracia que le había ocasionado el chiste. Llevó su taza al módulo de operaciones y comenzó a borrar los comandos de exhibición del día anterior. Una vez hubo terminado la secuencia, apretó un botón que lo comunicó con el resto de los sectores. — Listos para la primera y verdadera prueba, señores. — Módulo tres listo para activar la energía, señor —respondió una voz ronca por el parlante. — Bueno, parece que llegó la hora de la verdad —dijo una voz femenina y agregó—. Módulo cuatro listo para calibración de velocidad de partículas, señor. — ¿Módulo dos? —preguntó. — Aquí sector dos. Mediciones de estabilidad, normal. Mediciones de altitud, longitud y temperatura, normal. Listos para comenzar, señor —dijo Tomhanson. — Muy bien. Módulo principal, listo. Datos ingresados. No se detectan fallas en las ecuaciones algebraicas —dijo—. Siendo las 10 a.m. del año 2025 y dejando un registro audiovisual del mismo, procedemos a la primera prueba a gran escala del acelerador de partículas subatómicas AJC752/327. No tenemos hipótesis previas de posibles resultados. Sonó una alarma en cada uno de los módulos y cada responsable de este apretó la tecla enter de su teclado. Luego de dos horas de funcionamiento continuo, la máquina se aproximó a los niveles requeridos de velocidad. Volvió a tocar el botón del intercomunicador y dijo: — Tomhanson, dispositivo en 33/44. Prepare los instrumentos de medición. — Aquí módulo dos. Ordenador con datos cargados. Listo para captura de pruebas de calor, velocidad, radiación y comportamiento subatómico. Cuando apoyó el café contra los labios notó que se había enfriado. Los datos obtenidos del choque de protones salieron en su pantalla. — Aquí módulo tres, preparando el corte gradual de suministro de energía. — Aquí módulo cuatro, velocidad en 200 mil kilómetros por segundo. Ahora 100 mil kilómetros por segundo y descendiendo. La pantalla mostró una animación simulada del choque de electrones. Las adelantaba con cuidado y copiaba los datos en su computadora portátil. La alarma del módulo dos sonó y opacó el ruido de su intercomunicador. — ¿Qué pasó, Thompson? — Las muestras. Ehhh… ¿Cómo decirlo? Son extrañas —contestó Tomhanson. La voz femenina interrumpió: — Señor, los datos muestran un aumento de la densidad de las partículas en cinco mil por ciento. — Bueno —dijo la voz ronca del módulo cuatro—. Si alguien anotó entre todas las teorías, un agujero negro, le pago la cena. — Modulo dos ¿tenemos comprobación? —le preguntó a Tomhanson. — Los registros de la computadora son contundentes, señor. Hay un vacío sub molecular de una densidad superlativa que se tragó a las partículas iniciales. Fijó la vista en las gráficas de la computadora principal y movió las imágenes de la simulación computarizada de atrás para adelante y viceversa. Una y otra vez. A mayor y menor velocidad. — Modulo tres, ¿puede confirmar tamaño? —preguntó. — Posee la masa de un quark, señor. — Damas y caballeros —dijo—, siendo las 13 horas 43 minutos del año 2025, diré que la primer prueba del acelerador de partículas subatómicas AJC752/327, llamada vulgarmente "Máquina de Dios", ha obtenido su primer resultado tangible. Ha generado un pequeño agujero negro. — Recolectando los primeros datos para exámenes posteriores —dijo Tomhanson. — Módulos tres y cuatro, hagan lo mismo. Luego aíslen el agujero negro y bombardéenlo con radiación cuántica para desaparecerlo —ordenó—. Llamaré a la central para informar y pasaremos a la prueba con partículas cargadas negativamente. Al recibir la confirmación de los demás sectores decidió ir al comedor a buscar su almuerzo. A mitad del recorrido escuchó el sonido metálico. Fue el sonido de un golpe, como el de un choque contra una superficie de acero. Las luces principales se apagaron y se activó una sirena que retumbó por toda la instalación. Pero igual, podía escucharse el ruido del fierro. Como si lo estuviesen rompiendo o desgarrando. Corrió a su módulo bajo las luces rojas de emergencia para comunicarse con el equipo. — ¿Qué pasa? —gritó. — Señor, el agujero ya se devoró todas las partículas subatómicas a su alrededor y su tamaño ya alcanzó la masa de un electrón —dijo la voz femenina del módulo tres. —¡Tomhanson! —gritó. — La densidad sigue en aumento. Está atrayendo con su fuerza gravitacional todo lo que queda en la máquina. No hubo tiempo de aislarlo. Está empezando a succionar los átomos metálicos de la máquina. Si se rompe. Si hay una grieta… — Evacúen. Repito, evacuen el complejo —gritó por el comunicador. Apretó el botón rojo de su teclado. La sirena dejó de sonar y fue remplazada por una voz que repetía la frase: "Emergencia, evacuación total del complejo. Esto no es un simulacro." Su equipo de trabajo salió corriendo por la puerta principal. Esta se cerró y, detrás de ella, se cerraron otras dos puertas blindadas extras de emergencia. Él no salió. Volvió al módulo principal. Se acercó y giró una llave en el tablero que decía "Emergency". Todas las ventanas de su módulo se sellaron, dos extractores enormes comenzaron a sacar el aire de este. La puerta de un pequeño compartimiento se abrió. Dentro había una máscara de gas conectada a un tubo de oxígeno. Las luces del lugar dejaron de parpadear y la sirena se detuvo. El sonido de fierros contrayéndose era mucho mayor que la primera vez que lo oyó. Miró la pantalla de la computadora principal, el agujero negro había alcanzado el tamaño de un átomo. Se puso a escribir los comandos para arrojarle una dosis de radiación cuántica tres veces mayor de lo recomendado. El miedo le hacía fallar las teclas. Tenía que borrar y empezar de nuevo. El ruido de metal era cada vez mayor. Podía ver cómo la máquina se iba abollando en la zona donde estaba la anomalía. Escribió los últimos comandos y apretó enter. La pantalla mostró el porcentaje de radiación. Por el rabillo del ojo, vio un movimiento. Eran las hojas de los escritorios que volaban. Pareció como si alguien las hubiese arrojado de las mesas. Cayeron al piso y fueron, poco a poco, hacia la máquina. Se acercó a una de las ventanas del módulo. Las sillas se tambalearon. Las ruedas cedieron hasta que empezaron a deslizarse, también, rumbo al acelerador de partículas. La pantalla principal tenía un cartel que parpadeaba en rojo y amarillo y decía: "Fuga: se perdió la compresión y esterilidad del interior". Miró en su laptop las cámaras de vigilancia y abrió la que mostraba el sector sur de la máquina. Hizo zoom y vio un hueco del tamaño de un puño. Los indicadores mostraban que la anomalía había alcanzado el tamaño de una molécula y había aumentado su masa y densidad cinco millones. Las sillas volaron hacía el hueco que había empezado a engullir todo lo que no estuviese pegado al piso. Sintió que se le dificultaba avanzar al correr. Papeles, clips, carpetas y demás cosas le golpeaban la cara al ser succionadas por el agujero negro. Logró abrir las puertas de seguridad. Se tomó del marco cuando sintió que no podría resistir más la fuerza que lo atraía. Su cuerpo se despegó del piso. Hizo fuerza con sus brazos para trepar por el marco. Logró ubicarse al otro lado de la puerta y tocó el botón de cierre, el cuerpo se le relajó por completo y sintió que le pesaba el triple al derrumbarse en el piso. Tomó su celular para dar alerta al gobierno. Las tres puertas cedieron a la presión de la succión y fueron arrancadas del marco. El sonido le hizo tirar el teléfono. Las puertas se pegaron al agujero que ya tenía el tamaño de una moneda de un centavo y se fueron arrugando como latas de aluminio. Él se aproximaba al agujero volando tras ellas, junto a los bidones de agua del pasillo y una máquina expendedora de golosinas. Su pierna entró por el hueco y se le desprendió del cuerpo. Gritó con todas sus fuerzas antes que la expendedora de golosina lo golpee. El cuerpo se le empezó a escurrir por el hueco. El sonido de los huesos al quebrarse era más fuerte que el del metal cediendo. No sintió nada, había muerto aplastado minutos antes.
— ¡Tienes que salir ya de la casa! —gritó Tomhanson en su auto. Tenía un auricular en el oído cuyo otro extremo estaba conectado a su celular. — Karen, no hay tiempo para explicar ahora. Sal de la casa… no, no tomes nada. Solo sal… ¡SAL DE AHÍ MALDITA SEA! Tomhanson conducía su auto por la carretera sur a toda velocidad. El laboratorio había quedado a unos diez kilómetros. Su jefe no le contestaba la llamada, tampoco los de seguridad del lugar. Tomhanson no sabía que ya no había teléfonos en el complejo. Tampoco había complejo. Luego de devorarse el ala oeste donde estaba la llamada "Máquina de Dios", el agujero negro siguió aumentando su tamaño. Las paredes y el suelo fueron arrancados de raíz hasta perderse dentro de este. El edificio fue implosionando lentamente, sucumbiendo ante la gravedad del vórtice oscuro que ya tenía el tamaño de una pelota de tenis. Los edificios de los alrededores se desgarraron y sus ladrillos, metales y las personas que vivían dentro fueron presas de la gravedad del agujero. El suelo se desprendió generando grietas y terremotos. El magma emergió como sangre a un corte y se elevó hasta la anomalía. La luz alrededor de este se distorsionaba como cuando uno ve el aire sobre el fuego. La luz se doblaba y luego desaparecía dentro. El auto de Tomhanson era arrastrado por el aire a la misma velocidad a la que conducía minutos antes. Karen, a quien nunca llegó a recoger por la casa, volaba metros detrás golpeando postes de luz y árboles arrancados de los parques. El agujero negro siguió creciendo. Se comió el planeta entero en menos de cuarenta minutos. Toda la basura espacial y los satélites que vagaban por la atmosfera los absorbió como migajas en un desagüe. La luna pareció resistir un poco más, hasta que se partió en pedazos y también fue absorbida. Le siguieron todos los planetas del sistema solar con sus lunas. Empezó a contraerse el universo entero sobre el agujero negro. El lector sigue tratando de leer, pero el cuento también sucumbe a la succión |
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