Publica Tu Cuento: El fin nunca nos encuentra. Primera parte.

Nombre*:Mariana Sosa Zárate
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Género*:Drama
Título*:El fin nunca nos encuentra. Primera parte.
Cuento*:El paso al otro lado fue más fácil de lo pensado. Verna había estado agonizando por dos semanas, producto de una enfermedad repentina y letal. La primera semana de agonía, en la cual ella se hizo consciente de que realmente se estaba muriendo, el miedo y la incertidumbre la invadieron.
<< ¿Me dolerá? ¿Purgaré todos mis pecados ardiendo por toda la eternidad? ¿Y si todo acaba aquí, en cuanto deje de respirar? ¿Y si el Cielo y el Infierno son puros cuentos?>> pensaba sin parar.
La segunda semana, la certeza de que el fin estaba más cerca que nunca fue inminente. Sentía cansancio hasta para parpadear. Su última semana, la pasó tomada de la mano de Francina, su única hija, acostada en su cama, en silencio, durmiendo en ratos, consciente en otros, pero más allá que aquí. Ahí fue cuando empezó a oír voces conocidas que hablaban de antaño. Primero apareció su padre, ya fallecido, trajeado como siempre, entrando a su habitación, con una pipa en la boca y su delgado bigote canoso cortado a la perfección.
<< Estoy alucinando, ahora sí me muero>>, pensó Verna.
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-No hijita, no es alucine. Pero sí, sí te estás muriendo mijita, pero estoy aquí, soy yo ¡Tu padre! -Dijo Camilo, quitándose la pipa de la boca y abriendo los brazos, mientras sonreía con su clásica sonrisa ladeada de dandy.
Parpadeó débilmente un par de veces más, porque un sonido conocido seguía filtrándose en su mente. Escuchaba de fondo una conversación, pero ¿con quién discutía su padre? Verna no podía creer lo que veía. Mientras su padre había tomado asiento cruzando ligeramente la pierna derecha sobre la izquierda y recargando el brazo que sostenía la pipa en el descansabrazos del pequeño sillón inglés azul cobalto, su madre, Aines, caminaba de un lado a otro de la habitación con su típico caminar de cortos pasos.
- No Güerito, no deberías de estar fumando tan cerca de Vernita, ¿qué no ves que se está muriendo? - Dijo Aines, volteando a ver a su querida hija con cara afligida.
Verna oía a Francina, su hija, llorar a su lado. Quería consolarla y decirle que todo iba a estar bien y contarle lo que su mente estaba viendo ahora, pero las fuerzas la habían abandonado para articular palabra.
-Hijita Vernita, aquí estamos tu papá y yo, ¿cómo crees que te íbamos a dejar sola en este paso tan importante mija? -
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Dijo Aines, mientras se sentaba al pie de la cama de Verna, acariciando los pies de su hija por encima del edredón.
<< El final está cerca, ¿cierto? >> - Pensó Verna, que se dio cuenta que podía comunicarse con sus padres con solo el pensamiento
- Más cerca de lo que te imaginas.- Comentó con voz certera Camilo, mientras se acercaba al borde de la cama, entre el reposet café donde su nieta sollozaba y el cuerpo moribundo de su querida hija. Tocó con decisión el hombro de Verna, intentando que su mano espectral transfiriera todo el amor que sentía por ella y darle la seguridad que aquella necesitaba en esos momentos.
El día llegó, más rápido de lo que Verna pensó. Su cuerpo físico claramente estaba dejando de funcionar. Horas antes de morirse, su vista claudicó. El poco tiempo que le quedaba, en las sombras lo vivió. Contrario a lo que se podía pensar, Verna estaba de cierta manera curiosa y atenta de los pasos que iba dando su cuerpo hacia el final de sus días.
Las sombras dieron paso a una luz que la encegueció por algunos segundos. Aines y Camilo se acercaron a la cama de su hija, la tomaron de la mano como cuando era pequeña, cada uno de un lado, ayudándola a levantarse con un pequeño tirón.
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- Hora de irse, hijita. - Dijo Camilo, con autoridad. -Vamos, Vernita. No te soltaremos mijita, con nosotros llegaste a este mundo y con nosotros te vas.- Sonrió maternalmente Aines.
Verna caminó unos pasos de la mano de sus padres, volteando de vez en vez a ver a su hija Francina, que dormía en el reposet café mientras tomaba la mano del cuerpo, ahora inerte, de Verna. Verna capturó ese momento con todas sus fuerzas, queriendo comérsela con los ojos, para poder llevársela por siempre en la memoria y en el alma.
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