Publica Tu Cuento: Inolvidable aventura

Nombre*:Luis José Mata
Web Site (Opcional):bit.ly/Ojalaleasnovelas
Género*:Aventura
Título*:Inolvidable aventura
Cuento*:La prudencia, según dicen algunos novelistas, es la madre de la sabiduría. O algo parecido. Así pensaba Severino al momento de embacar el transatlántico, en el puerto de Vigo, que lo llevaría a América, específicamente a Venezuela, después de pasar por la Isla de Cuba. Severino Vila, con una disciplina extraordinaria, participó desde el año 1934 en la política del momento en España. Al mismo tiempo ejercía su profesión de comerciante. El 17 de agosto de 1935, Severino Vila Caramés, así aparecía en su partida de nacimiento, presidió la reunión inaugural de la magistratura, como alcalde y presidente del consejo municipal del pueblo A Estrada. Junto a él estaba José Antonio Reino, como secretario del consejo. Severino y José Antonio eran casi de la misma edad y se habían conocido en Vigo, a las orillas de la Ría. Muchas veces compartieron tertulias, confidencias, planes conflictivos, y la posibilidad de irse a América, si fuese indispensable; siempre en su mesa preferida en la cafetería Derby, en el centro de Vigo. Severino y José Antonio sufrieron, en lo más hondo de los huesos y en sus entrañas, la guerra civil española. Para ellos no era necesario leer las ideas que recientemente el novelista Pérez Reverte vierte en un libro que decidió llamar, La guerra civil en España para jóvenes. O sea, para que las personas que no la vivieron, la entendieran.

Severino, debido a su condición previa de alcalde y además concejal republicano de A Estrada, estaba en la mira de la falange española, antes y después del comienzo de la guerra civil. Es seguido y perseguido continuamente. Pocos días después de la muerte de Calvo Sotelo en Madrid, la persecución, con la intención de asesinarlo, aumentó. Severino se ve obligado a encerrarse en el ático de una vieja casa, en un pueblo cercano a las afueras de A Estrada. En la parte trasera de la casa, entre los montes, José Antonio, su camarada, le deja una bicicleta para que viaje a Vigo. Así lo hace, pasando por Cuntis, Pontevedra y Redondela. Seis horas a través de un duro camino. Finalmente llegó a Vigo el día 13 de Julio de 1938, dos años después de la muerte de Calvo Sotelo. Al día siguiente logra subir al transatlántico que en dos semanas llegaría a Cuba. Siempre que al navegar, la travesía de los miles de kilómetros que separan la Ría de Vigo de las costas del continente americano, fuese benévola. Dado que los barcos iban excesivamente llenos, las condiciones de confort e higiene del trayecto eran muy malas y los emigrantes sufrían todo tipo de abusos. Además, para poder financiarse el viaje, la gran mayoría hipotecaba sus tierras, las que le habían quedado, a cambio del pasaje. Así lo tuvo que hacer Severino, y a la vez estuvo obligado a dejar a su esposa Rosalía y a su joven hija Emilia, solas en A Estrada. La travesía fue tolerable, en dos semanas Severino llegó a La Habana; con las muy pocas cosas que tenía, prácticamente nada, ya que poco pudo cargar en su viaje en bicicleta hasta Vigo, desde su pueblo natal.

Su primera noche la durmió encima de un banco de iglesia en la Catedral de la Habana. Allí lo encontró, en posición fetal, el sacerdote Enrique quien había sido ordenado sacerdote el 10 de septiembre de 1910, en la capilla del Seminario de San Carlos y San Ambrosio por Mons. Pedro González Estrada, obispo de La Habana. Enrique Serantes era otro gallego más. Por sus influencias, Enrique logró trasladar a Severino a Cienfuegos; allí, al pasar el tiempo, fundó una pequeña tienda de alimentos. Él no podía olvidar que el sacerdote le había dicho: «Esta es una tierra de chulos y putas, pero ellos también comen». Severino sólo estuvo en esos quehaceres, en la venta de comida, por dos años. Decidió irse a Venezuela, que según algunos conocidos era la tierra de gracia y riquezas. Un día del 1940 emprendió viaje a La Guaira en un pequeño barco italiano. Poco antes de salir de La Habana le había escrito una carta a Rosalía quien se había mudado a Vigo, para estar cerca del puerto. Ella había perdido sus tierras y su casa, y lo peor fue el maltrato y humillación que habían sufrido en A Estrada tanto ella como su hija Emilia, a quien un falangista le había cortado el pelo al rape y la torturó forzándola a beber una inmensa cantidad de aceite de ricino. Severino le prometía en la carta que pronto, otra vez, todos estarían juntos. Que volverían a estar como años atrás. Ahora será en Caracas, terminaba diciendo en la carta. Emilia, sin consultarle a Rosalía, después de enterarse de la noticia de su posible viaje a Caracas, decide decirle a Manuel Reino, su compañero de estudios e hijo de José Antonio, sobre sus planes de ir a Caracas y lo invita a que las acompañe y las ayude con sus planes. Rosalía, la esposa de Severino, había sido bautizada con ese nombre en homenaje a Rosalía de Castro quien a principios del siglo XX había viajado desde Vigo hasta La Habana. Ella era una conocida escritora de bellos versos que con el pasar del tiempo se convirtieron en canciones de protesta o de nostalgia.

Los domingos se reunían muchísimos gallegos en la Plaza Central de la Habana, después del almuerzo en el Centro Gallego. ¡Bailaban! También cantaban los versos de Rosalía de Castro. Severino no podía olvidar las letras de los cantares que más recuerdos le llevaban a su alma y que le hacía recordar, con mucha tristeza y añoranza, sus días del pasado. Una de ellas era:

Le vendieron los bueyes,
Le vendieron las vacas,
El pote del caldo
Y la manta de la cama.
Le vendieron el carro
Y las tierras que tenía,
Le dejaron tan sólo
Con la ropa vestida.
—Rosalía, yo soy mozo,
Pedir no me es dado,
Me voy por el mundo
Para ver de ganarlo.
Galicia está pobre,
Y a La Habana me voy…
¡Adiós, adiós, prendas
De mi corazón!

Con la ayuda de Manuel Reino logran Emilia y Rosalía salir hacia Venezuela. Manuel decide quedarse en Vigo donde, todavía en la cárcel, su padre sobrevive las injusticias del sistema. Pocas semanas después ellas llegan a La Guaira, donde con emoción desbordada las esperaba Severino, Suben a Caracas en un automóvil, por una vía llenas de abundantes curvas y rodeada de casas destartaladas. Al final entran en el piso que había conseguido Severino, muy cerca del negocio de venta de zapatos —una tremenda zapatería, la llamaban los caraqueños— que Severino había abierto unos meses antes. Allí recomienza su nueva vida Emilia, todavía con sus tristes recuerdos, pero llena de ánimo, en especial cuando camina por Sabana Grande, por una avenida llena de buenas cafeterías y de estupendas tiendas. En el Gran Café conoció a su futuro esposo. Emilia también frecuentaba cada domingo el Lar Gallego. Allí logró ver una vez al escritor y también presidente Rómulo Gallegos, y haciendo un esfuerzo inaudito logro entregarle un pequeño papelito a su asistente, donde había escrito: «Ayude a conseguirle un pasaporte a Manuel Reino, para que pueda venir a Caracas». El asistente le colocó el papelito, con mucho disimulo, en el bolsillo de su chaqueta —su paltó — a Rómulo Gallegos. Éste, después de un par de días, leyó el mensaje y rápidamente ordenó iniciar los trámites con la Embajada de España. El poder de Gallegos por ser presidente de Venezuela y de los españoles por mantener las buenas relaciones —las del momento— permitió que el pasaporte fuese emitido con gran velocidad. Manuel llegó a Caracas pocos meses después, Pidió que lo trasladaran a Ciudad Bolívar. Su lectura sobre Canaima, lo había entusiasmado a ir a esa zona aventurera de Venezuela. Así pasó, y quedó enamorado de la selva y los torrentes de agua que cada mañana veía caer al despertarse.

Siempre, a pesar de la buena utilización de las abundancias de Venezuela para esa época, donde el oro negro la distinguía por sus riquezas, la mayoría de los gallegos querían volver a Vigo, el sitio que los vió partir. Así lo tuvo que hacer Severino, pero no por pura decisión sentimental o emocional, sino porque se encontraba muy enfermo y quería ir a disfrutar otra vez el recordado paisaje y muchos de los ratos que vivió en Vigo, en especial en la cafetería Derby. No le duró mucho ese regreso, a pocos días después de su llegada, murió en Vigo cuando visitaba a José Antonio, y recordaban sus viejas aventuras. "No tuvo fuerzas ni tiempo para llegar de nuevo a A Estrada", se dijo José Antonio.


Aceptado para participar en el IX Certamen de relato Vigo Histórico 2022 como 'Viaje de Vigo a América', bajo el seudónimo Capistrano.
Dedicado a Alejandro Villoría

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